No sé si reír o llorar. Lo cierto es que las presiones reales, que los que las ejercen consideran, dentro del ejercicio de su libertad, su manera de enseñarnos a los que estamos confundidos, enraizados, según ellos, en una visión irreal de la existencia. Lógicamente, piensan, el mundo, la realidad, la existencia es como ellos la ven. Se acaban de dar cuenta de ello. Otros, los que no nos enteramos, se lo hemos tenido oculto, para que no lo vean.
Sigo, lo cierto es que esas presiones, nos llevan a los presionados a: 1 Decir, claramente, que nos sentimos presionados. 2 Que esa presión es, cuando menos, discriminatoria, con otros. 3 Que de lo que se nos acusa, no es cierto. Nosotros no tenemos nada contra nadie. Dios nos ha creado a todos, y además con la intención de que seamos felices. 4 Que queremos tener el derecho a poderlo decir. Quién no lo quiera escuchar, se está perdiendo una Buena Noticia, pero nada más. Nos da mucha pena que no la quieran porque es noticia (real para cada uno) y además es buena, ayuda, sirve, alegra, hace feliz a diferencia con las de los medios de comunicación dan en cada instante.
Es el difícil ejercicio de la elección. Consecuencia, y a veces dura carga, de la libertad. A lo mejor, de tanto presionar, como con las uvas y aceitunas, sale vino y aceite. Dos maravillosos fluidos. Por ahora saldremos a la calle, para que se sepa como nos sentimos. Otros salen, pagados o no, por menos, y con más follón.
Jesús Castro Cortés
jcc1954@gamil.com