El conflicto entre palestinos e israelíes se encuentra encerrado en un círculo cada vez más vicioso, sin que ninguna influencia exterior, incluida la de Estados Unidos, haya dado con la fórmula para cuadrarlo.
Pero una vez que el propio mundo islámico, con la excepción de Irán, ha admitido ya el derecho a la existencia del Estado de Israel dentro de unas fronteras seguras, tan sólo queda por resolver la forma en que el pueblo palestino pueda vivir dentro de otro Estado con fronteras también garantizadas. Parece sencillo, pero hasta ahora han fracasado todas las negociaciones emprendidas por una razón única: la falta total de confianza.
Israel teme que el futuro Estado palestino se convierta en una plataforma del terrorismo islamista, y los palestinos no confían en un Israel pacífico a su vera. Ahí está la raíz del drama de estos días en las costas de Gaza donde la armada israelí ejerce un férreo control para evitar que se infiltren armas bajo la apariencia de ayuda humanitaria. Así las cosas, cuesta entender por qué los grupos activistas internacionales, con la flotillas, están provocando a Israel.
¿Buscan solucionar la crisis, acelerarla o simplemente mantenerla viva? En todo caso parece un reflejo de la crisis mundial.
Jesús D Mez Madrid