Chico y chica se conocen, se enamoran y se casan. ¡Matrimonio!. Tienen hijos. Los educan. Son felices. A estas alturas del relato seguro que ya se alzan voces para afirmar que "existen otros modelos": de gays, lesbianas, bisexuales, transexuales, etc.
Y eso sí, todos autodenominándose "matrimonio", porque es un nombre que tiene el prestigio avalado por muchos siglos de historia.
Son las mismas voces que defienden la promiscuidad con todas variantes que se puedan imaginar, como si el placer sin responsabilidad fuese el fin de la sexualidad. El hecho de que el sexo es la facultad que transmite la vida humana de manera natural, es considerado anticuado.
Los defensores de estos otros "modelos" se enfadan contra quienes manifiestan la genuinidad del matrimonio compuesto por un hombre con una mujer. Y como argumento exponen una casuística, si es preciso rebuscada, aireando con saña los casos de fracasos matrimoniales y afirmando que en otro tipo de uniones todo es maravilloso y sin problemas. Pero esa falacia ¿Quién se la cree?
José Murillo Berges