Sobre la renuncia de Benedicto XVI (en la imagen) se han lanzado al ruedo dos tipos de vaticanólogos: los que le han llamado de todo menos hermoso y los que han alabado su decisión porque les convenía perderle de vista.

Los segundos resultan más lógicos porque oiga, a fin de cuentas, un Papa tan santo y tan sabio como éste merece eso, elogios. Pero no conviene alabar en falso, pues esa práctica no deja de constituir de ser una infamia para el alabado, a quien se hace quedar por necio.

En cualquier caso, mi primera reacción tras la renuncia fue en forma de pregunta -producto de mi profunda sabiduría periodística-: como no tenía repuestas planteé preguntas y quedé como un señor: 'dabuten' que diría un castizo.

Quiero decir que uno lee el texto de despedida del Papa -mayormente traducido al castellano- y se queda colgado, no de la falta de fuerzas sino de esos "desafíos cruciales" que afronta la humanidad. Es decir: ¿qué sabe el Papa que nosotros no sabemos

Y entonces llega el primer número post-renuncia de "La Civiltà Cattolica", la revista oficial de la Compañía de Jesús, que, para los que andamos cortos de italiano, nos resume Religión en Libertad. Los jesuitas concluyen que "el temor del texto es indisimulable, premonitorio de graves acontecimientos".

Vamos, que apuestan por la misma interpretación del texto de despedida papal que Hispanidad. En palabras de Faustina Kowalska, "que se termina el tiempo de la misericordia de Dios y comienza el tiempo de la justicia de Dios. O, si lo prefieren, que el vaso de la corrupción está a punto de explotar. Lo cual, se lo aseguro, no tiene por qué ser una mala noticia. Al menos, para los que confían en Cristo. Vamos, que todos los tiempos han sido tiempos de conversión pero este que se avecina, lo es de modo muy especial.

De hecho es una buena noticia. Es tiempo de esperanza pues, tras una etapa de juicio - que preveo corta- accederemos a un mundo renacido. Y no lo digo yo ni lo dicen los jesuitas. Lo dicen muchos santos. Entre ellos, la precitada Santa Faustina.

Eso sí, menos mal que, como casado, no puedo ser elegido Papa pues no puedo recibir el sacramento del Orden sacerdotal. Es un alivio, pues insisto en que el sucesor de Benedicto XVI va a ser tan Papa como mártir. Consuélense. Al menos sabemos que, por idéntica razón a la mía, Pepe Bono tampoco puede ser elegido sumo pontífice.

Eulogio López

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