Llamo democracia adulterada a aquélla que se legitima por el solo hecho de que sus gobernantes sean elegidos en elecciones aproximadamente libres. Los comicios son imprescindibles para que pueda llamarse democracia, pero no suficientes. Democracia es el Régimen donde se respetan los derechos del hombre. En el siglo XX los tiranos del mundo aprendieron que mejor que implantar una dictadura por la fuerza de las armas o de la revolución era ganar unas elecciones que legitimara un régimen encaminado, precisamente, a cargarse los derechos humanos. El ejemplo histórico más sobresaliente es Adolfo Hitler, quien llegó al poder mediante unas elecciones democráticas, pero desde entonces se han dado otros muchos.

Putin ha ganado en Rusia, con un partido -Rusia Unida- sin otro ideario que el mantenimiento de su poder en Rusia, el incremento del poder ruso allende sus fronteras y en una especie de capitalismo de Estado, donde el petróleo y el gas son utilizados como armas diplomáticas y el complejo industrial como la regalía que el poder otorga a los leales y con los que castiga a los réprobos. Como acompañantes en la victoria se encuentran nacionalistas y comunistas mientras que cualquier tipo de fuerza democristiana, liberal o socialdemócrata se ha quedado fuera, por las barreras que el propio sistema -democracia adulterada- opone a los que pretenden entrar al banquete. En concreto, la más antidemocrática de toda: si no obtienes un 7% de los votos no entras en la Duma y, no sólo eso, tus votos van  a engrosar los dos partidos mayoritarios. Ante todo, perseveremos el oligopolio y el espejismo pluralista: Putin no tendrá problemas para entenderse ni con sus viejos camaradas comunistas ni con sus renovados camaradas fascistas. Ambos coincidirán en que el fin justifica los medios y que los intereses de Rusia están por encima de los derechos de los rusos.

No exagero al decir que Putin se encamina hacia el fascismo, término que, por ser utilizado como un insulto, ya dice poco a poca gente. El Fascismo no es más que la divinización de la patria. Roma divinizó la identidad y el Imperio, por eso los fascistas lo tomaron como modelos. Por ahí va Putin. El marxismo, por contra, no consiste en la divinización de la patria sino la divinización del paria.

Naturalmente, con medios de comunicaciones libres los proyectos de Putin o de Chávez se irán al guano. Y la cosa está clara: el ex KGB se dedica a asesinar periodistas, o fuentes de periodistas, independientes mientras el venezolano les cierra licencias y les amenaza, además de convertirse él en el señor de sus propios medios.

Eso sí, el venezolano, que ha perdido por la mínima  (a pesar de que las encuestas más fiables daban, hace 15 días, 14 puntos de ventajas a la oposición), porque los venezolanos no son tontos, y lo que proponía con su reforma constitucional era, pura y simplemente, perpetuarse en el poder. ¿Hacia qué tipo de tiranía de Chávez? Pues hacia el marxismo claro está, con una mezcolanza de ideológica que mezcla el socialismo más rancio, negador del derecho a la propiedad privada, con carteles sacados de la teología de la liberación, ese tiranicidio ideológico que incendió Hispanoamérica hace un cuarto de siglo. Carteles como "Jesús fue el primer revolucionario", que se veían en la marcha de Chávez, a pesar de que la Iglesia católica se ha enfrentado directamente al dictador, dan pitas de hacia dónde ese dirige Chávez.

Pero da lo mismo que cada aprendiz de tirano se encamine hacia la extrema derecha o hacia la extrema izquierda. Los extremos se tocan. No, lo grave es que el tirano del siglo XXI trata, antes que anda, de legitimar su tiranía con elecciones aparentemente libres pero con las minoráis maniatadas.  

Por cierto, a estos demócratas-aprendices de tiranos se les delata cuando se niegan a establecer límites a su mandato. Esas limitaciones comienzan a resultar un requisito imprescindible para poder hablar de democracia.

Eulogio López

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