Me encanta la progresía por su originalidad. Empiezas a leer a un progre y enseguida sabes cómo va a continuar y cómo va a concluir.

Ejemplo: tomemos el diario El País del lunes 19 de enero. Tres artículos. El primero, de la escritora checa Monika Zgustova, sobre Europa. El segundo, a cargo del ex presidente uruguayo Julio María Sanguinetti, acerca del veto presidencial al aborto en Uruguay. El tercero, pertenece a Joaquín Estefanía, antiguo director de El País.

La Zgustova, una progresista, como creo haber dicho antes, brama contra su prepotente mandamás, Václav Klaus, no representa a los checos como Aznar no representa a los españoles. Al parecer, ha sido elegido presidente por accidente. Aznar, que como todos los que soportan mis artículos saben, no es santo de mi devoción, también fue elegido democráticamente por los españoles, a los que representó, como hoy en día nos representa, para nuestra desgracia pero con toda legalidad, el señor Zapatero.

No le gusta a la Zgustova un personaje como Klaus, quien se ha atrevido a poner en solfa uno de los más acreditados tontunas progres, como es el calentamiento global. Yendo al fondo de la cuestión, Klaus asegura que tras la verdad incómoda de Al Gore no se oculta otra cosa que una peligrosa tendencia a la tiranía y al mantenimiento del actual estado económico mundial, una injusticia con patas.

No es que Klaus sean antieuropeo. Como al que suscribe, A Klaus le gusta el proyecto paneuropeo, lo que no le gusta es cómo se está haciendo, pero los progres se han empeñado en que si alguien pone en solfa cómo los líderes comunitarios operan es un paneuropeo. Al parecer, las instituciones UE sí que nos representan a todos... como todo el mundo sabe.

La segunda en la boca. Los ex presidentes, ya se sabe, son como los jarrones chinos: objetos muy valiosos que nadie sabe dónde poner. Julio María Sanguinetti, debajo mismo de la Zgustova. Nos informa de que el presidente de su país, Tabaré Vázquez, ha vetado la ley del aborto. El agudísimo político metido a plumífero, nos informa de que el vetador -cuyo nombre omite, supongo que para no contaminarse- vulnera la separación entre la Iglesia y el Estado, olvidando que el acusado se ha confesado agnóstico. Es más, don Julio María comienza su prédica con la cita evangélica de A Dios lo que es de Dios y al César lo que es del César, con lo que seguramente quiere demostrarnos que Jesús de Nazaret era abortista.

Según Sanguinetti, el proyecto -progresista, como creo haber dicho antes- consiste en civilizar hábitos y seguir emancipando a la mujer de las consecuencias no queridas de su sexualidad. Y esto es bello e instructivo. Es como decir, que hay que civilizar hábitos y liberar al millonario de las consecuencias no queridas de su riqueza como, por ejemplo, pagar impuestos.

Se enorgullece nuestro prócer de que ya en 1907 se proclamó el divorcio en Uruguay, con la sola voluntad de la mujer, sin expresión de causa ni necesidad de juicio. Ahora bien, si no hay necesidad de dar una razón para divorciarse, ¿por qué se casan? Y esto también es bello e instructivo, porque demuestra que el divorcio express no lo inventó ZP, sino algún majadero uruguayo en 1906, insondable cantamañanas del que Julio María Sanguinetti se declara devoto seguidor.

No falta, tampoco, una alusión entristecida a la amenaza del arzobispo de Montevideo con excomulgar a los diputados que votaran a favor del aborto. Para Sanguinetti, esto es un atentado a la separación entre Iglesia y Estado y una coacción inadmisible a los representantes del pueblo. La verdad es que no lo acabo de ver claro: ¿No quedamos en que los defensores de la vida no son más que dogmáticos religiosos y, por ende, los defensores del aborto, librepensadores? Entonces, ¿qué puede importarles que les ex comulguen ni no desean comunión alguna con la Iglesia, esa grandísima tontuna?

Termina el rosario progresista de la edición "paisistica" con un artículo que lleva la rúbrica de Joaquín Estefanía. Sobre la crisis, económica claro está. De entrada, nos cuenta que la herencia ideológica de Thatcher y Reagan se ha derrumbado. De lo cual yo me alegraría, palabra, si fuera cierto. Pero no lo es. Thatcher y Reagan, sobre todo la primera, se lanzaron contra la empresa pública, y la empresa pública no ha levantado cabeza desde entonces. Está a la defensiva, y sólo sobreviven, en Francia, Alemania e Italia, las creadas antes de Thatcher y Reagan.

Otra cosa son las subvenciones públicas a las empresas privadas, un fenómeno mucho más nocivo que la empresa pública, que sólo tiene un problema. Su escasa productividad.

Y aquí es donde el progresista Estefanía comienza a desbarrar. Se inicia una época de mayor papel del sector público en la economía y mayor regulación del sistema financiero. Lo uno no tiene nada que ver con lo otro, y de esa equivocación procede que el señor Barack Obama apoyara desde el primer momento el nefasto paquete de salvamento del Gobierno Bush -imitado luego en Europa- de los especuladores de Wall Street, en lugar de hacer lo que se debería esperar del Estado, del sector público, de la regulación financiera: salvar el dinero de los ahorradores -no de los inversores- y a partir de ahí, que lo que tenga que quebrar, quiebre. Bush sólo se atrevió con Lehman, y luego la progresía -que no es otra cosa que plutocracia o Gobierno de los ricos y para los ricos- comenzó a regalar dinero de todos a los causantes del desastre. Y en ello estamos.

Los progres entienden que más sector público significa más subvenciones públicas a firmas privadas. Y de ser así, servidor se queda con el liberalismo salvaje, darwiniano: es mucho más justo.

A continuación Estefanía se hermana con la Zgustova, y defiende que Europa tome la delantera a Estados Unidos, es decir, que pague más dinero público a los especuladores privados -y a los no especuladores, que aquí hay para todos-. Ya saben, como el chiste del párroco navarro, quien, pesaroso, advertía a sus feligreses desde el púlpito, que se habían convertido en el segundo pueblo más blasfemo de toda la zona. A lo que un feligrés pundonorosos, replicó: ¡Rediez, hemos de ser los primeros!

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com