La tendencia al suicidio es una de las características más propia de personas, instituciones, países y civilizaciones deprimidas... y un pelín lelas.

Aquí mismo, ahora mismo en España tenemos un ejemplo estupendo: el PP. La trama municipal llevada por Garzón es el chocolate del loro de la corrupción en España, pero Paco Granados, el pícaro que Esperanza Aguirre ha colocado al frente de sus huestes madrileñas, ha intentado forzar la dimisión del alcalde pepero de Boadilla de Monte (alrededores de Madrid), Arturo González Panero.

De inmediato, todos los medios y periodistas afines al PP -por ejemplo, www.elmundo.es o Curry Valenzuela- se han apresurado a certificar la dimisión de González. De la misma forma que un hecho que no es recogido por los medios informativos no existe, El Mundo da por cierta una falsa noticia que los medios repiten, especialmente cuando esos medios son de los nuestros. Y eso que, según palabras del propio Arturo a Hispanidad.com, ni le han pedido la dimisión ni piensa dimitir. Es más, en el presente caso, González ni está imputado. Y hasta el propio Mariano Rajoy dio por dimitido, 30 minutos después de que El Mundo certificara la dimisión, a González. También existe una lealtad del superior hacia el subordinado, supongo.

Si finalmente llega la dimisión ocurrirá lo mismo que ha ocurrido con otros casos similares, tanto en el PP como en el PSOE. Se me ocurren los casos de la presidenta de la CNMV, Pilar Valiente, a quien un PP deprimido y en busca de un culpable pidió la dimisión por el caso Gescartera, cuando había sido ella quien arregló el problema. Años después, los propios socialistas retiraron la demanda, la justicia le dio todos los parabienes... pero el mal ya estaba hecho. Otro ejemplo es el del socialista Demetrio Madrid, inocente que se vio obligado a dimitir para, años después, ya condenado al ostracismo, los tribunales reconocieran su inocencia. Pero, a esas alturas, ¿a quién le importa?

Es decir, que el PP está en proceso de suicidio rápido, mientras que el PSOE, por el contrario, no siente tendencia alguna al suicido sino al homicidio. Se trata de dos fenómenos igualmente criminales, aunque el suicidio, propio del deprimido, es mucho más idiota. Los socialistas tienen muy claro, por contra, que lo último que se debe hacer en esta vida es dimitir, porque corres el riesgo de que te acepten la dimisión. Por las mismas, están convencidos de que resulta mucho más práctico matar al enemigo que pegarse un tiro. Además, al buen profesional del asesinato le coge el guiso a la cosa, y cuando provoca el suicidio en el adversario se siente mucho más animado.

El PSOE es homicida, el PP suicida: parece claro quién va ganar la batalla. Y a lo mejor ni tan siquiera es necesario plantear batalla.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com