Jorge Fernández Díaz, vicepresidente del Congreso de los Diputados y líder del Partido Popular, ha escrito un artículo en La Razón que ha sacado a la luz mis peores instintos criminales. Ruego encarecidamente lean su escrito antes de continuar.

 

Por alusiones, habla Fernández de que algunos medios presuntamente católicos ponen en duda la coherencia del Partido Popular con los principios del humanismo cristiano. Fernández, en concreto, se refiere a quienes acusan la PP de ambigüedad respecto a valores como la vida, la familia, la manipulación de embriones, etc. Eso es falso don Jorge: Si se refiere a Hispanidad, le aseguro que nunca ha calificado al PP de ambiguo en materia como la reseñada: estamos totalmente convencidos de que el PP es anti-vida y anti-familia. Bueno, sí he podido decir que el PP se muestra tibio en estas cuestiones básicas, pero tibio es más que ambiguo: pertenecen al colectivo que debe ser vomitado de la boca.

Como prueba irrefutable de la defensa de la vida y la familia, la libertad de enseñaza y otros valores no negociables, don Jorge actúa de opositor. Es decir, nos resume el corpus legislativo del PSOE y acudamos al resumen del propio articulista. Ojo al dato: La Ley de Salud sexual y Reproductiva y del Aborto -dos leyes en una, no se olvide-, la Ley del llamado Matrimonio Homosexual, el divorcio exprés, la Educación para la Ciudadanía, la carencia de límites éticos en la investigación con embriones componen un corpus legislativo que, ciertamente, ofende a cualquier persona con un mínimo de conciencia de lo que significa el respeto a la dignidad del ser humano o de la función social de la familia.

Vamos pues a recordar lo que hizo el PP con el corpus y lo que sigue haciendo. Con José María Aznar, no se tocó la ley socialista de aborto de 1985, es más, se multiplicaron los abortos perpetrados en España. En otras ocasiones, Fernández se ha referido a que lo que habría que hacer es cumplir la ley de plazos, porque así se reduciría el número de infanticidios pero olvida que durante el Aznarato se presentaron demandas ante el fiscal general del Estado, Jesús Cardenal. Éste delegó la denuncia en un tal Fernández Bermejo, futuro ministro de Justicia con el PSOE quien, naturalmente, archivó el asunto.

Y sí es verdad que el avance abortista de Zapatero ha consistido en convertir el aborto de delito despenalizado en derecho de la mujer, pero atengámonos al precitado incremento exponencial del aborto durante el Gobierno Aznar, el mismo político que tenía la desfachatez de tachar de sus borradores de discurso cualquier alusión a la defensa de la vida incuso antes de llegar a La Moncloa. La política anti-vida del PP en el poder no fue un error, fue premeditado, previsto y querido, como lo fue colocar de ministra de Sanidad a una abortera como Celia Villalobos, que sigue gozando de su acta de diputada e influyendo en Mariano Rajoy a través de su esposo, asesor principal del presidente del PP.

No sólo eso: si pasamos de la ley a la práctica, nos encontramos con que los jerarcas del PP, ese partido comprometido con el humanismo cristiano, han colaborado activamente con el dinero público, en la promoción del aborto. Ejemplo: la ley obliga a doña Esperanza Aguirre a perpetrar abortos en hospitales públicos, pero como a ningún médico le apetece destripar niños, las mujeres que abortan se van a clínicas privadas. Y así, la señora Aguire financia (ahora nos hemos enterado de que no era el 29% sino el 60%, según la propia industria abortera, que está muy puesta en ello) esos abortos privados, una actividad repugnante a la que no le obliga ninguna norma de aborto, ni la de Felipe González ni la de Rodríguez Zapatero.

Pero el pecado del Gobierno Aznar, durante el cual Fernández ocupó dos secretarías de Estado, siempre pegado a Rajoy, no fue sólo de omisión, sino de acción. En el periodo 1996-2004, se permitió en España la distribución de la píldora abortiva RU-486 y, lo que es mucho más grave, la Píldora del Día Después (PDD) que los jerarcas peperos regalan, con nuestro dinero, con fruición. Por ejemplo, el señor Gallardón es el principal cliente, con nuestro dinero, de las Postinor, que regala a las adolescentes a espaldas de sus padres. 

Por cierto, doña Esperanza es la misma política que considera que la prostitución debería ser legalizada. Lo digo porque el comercio de la carne tiene algo que ver con el aborto y con la denigración de la persona y la trivialización del sexo, elementos muy poco cristianos.

El propio Gallardón ha repetido que la ley de 1985 no debería ser tocada, al igual que Mariano Rajoy, el ídolo pro-cristiano de don Jorge.

Pero lo que más me sorprende es eso de que somos un partido de masas y por tanto hay que llegar al poder. Cuando lleguemos al poder todo cambiará, muchachos católicos. Por ahora, tragad con nuestra indefinición y nuestra tibieza, que cuando alcancemos La Moncloa veréis como todo cambia.

Fue lo mismo que hizo Cristo: crear un partido de masas, uniendo las justas reivindicaciones de samaritanos, celotes, esenios, determinadas corrientes farisaicas muy aprovechables y algunos disidentes de la corte de Herodes para, como movimiento de masas llegar al poder. Pero al parecer no tenía una estrategia fernandina.

No, don Jorge: lo mejor es que el cambio se produzca ya mismo y, luego, cuando lleguemos a Moncloa, implementaremos los valores no negociables.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com