Ruth Kelly es un ser muy peligroso. No sólo se confiesa católica sino que, además, pertenece al Opus Dei. A este tipo de gentuza la habríamos destinado al Circo Máximo en otros tiempos más civilizados y progresistas, pero la humanidad está desquiciada, así que la han nombrado ministra de Educación del Reino Unido. Así, como lo oyen, a una miserable opusiana, madre de cuatro hijos (estos fanáticos del Opus son muy capaces de quedarse preñados en pleno ejercicio del cargo).

Estos ingleses son muy raros, así que en lugar de realizar una concienzuda e independiente investigación periodística, para descubrir que Ruth ya en sus años mozos se dedicó a defraudar al fisco, además de mostrar tendencias lésbicas, se asombran de que una mujer con cuatro hijos tenga un currículum vitae tan impresionante y, encima -esto es lo que más ha llamado la atención del Times- sonríe. Sin duda, algo oculta.

Yo creo que Kelly tiene un problema añadido, mucho más grave que la conciliación entre la vida familiar y la laboral: la conciliación entre sus principios y sus compañeros de Gabinete. Tony Blair, el inventor de la sinceridad, se ha convertido en el pionero europeo en la masacre de embriones humanos. El Reino Unido fue el abanderado de la eugenesia en los años 30 del siglo XX y no quiere perder la primera posición en el nuevo pandemonio en el que se ha metido la humanidad. Así que, seguramente, Kelly se va a topar con algún problema de conciencia, y ya se sabe que los problemas de conciencia no son otra cosa que problemas de coherencia.

Digámoslo de otro modo, un católico consecuente se encuentra hoy, en cualquier Gobierno europeo, en una situación más que incómoda. No olvidemos que los Gobiernos son órganos colegiados, donde las decisiones se toman por unanimidad. Y resulta imposible esquivar el hecho, tanto es así, que incluso hay que plantearse si el nombramiento de un católico para un cargo público no es sino una coartada buscada por quien le nombra para que sus correligionarios acepten lo inaceptable. Y esto no ocurría hace, pongamos, 30 años. Porque lo que los Gobiernos se están saltando a la torera no son cuestiones secundarias, sino absolutamente nucleares, como el derecho a la vida. Aquí radica la diferencia con un pasado no tan lejano. De tal forma es así, que en casi todas las ocasiones, la aceptación de un cargo político por parte de un católico comprometido representa algo parecido a lo de aquel pío feligrés, empeñado en comprar el puticlub del pueblo para poder cerrarlo los domingos y fiestas de guardar. O eso, o poner cera en los oídos y un parche en cada ojo, para no ver ni padecer.

En definitiva, ninguna de las opciones políticas actuales, representada en una izquierda que es mero progresismo y en una derecha siempre en búsqueda del espejismo de la modernidad, puede servir para el católico con vocación política. Por la razón antedicha: en el foro público se juegan hoy una serie de cuestiones que para un cristiano, y para cualquier ser con sentido común, simplemente no son negociables.

Hay que buscar otros caminos. He defendido, hasta demasiadas veces, que las ideologías del futuro son el ecologismo panteísta y el confesionalismo cristiano. Es decir, las dos únicas filosofías que han existido siempre. Ahora bien, no cometeré el error de volver a hablar de confesionalidad. Al parecer, es un concepto gafado, por dos confusiones básicas: la primera, porque cuando hablas de partido confesional el personal, raudo como una liebre, piensa en Estado confesional. Es inútil intentar deshacer el equívoco : es más fácil romper el átomo que romper un prejuicio.

La segunda nota que destroza el concepto es otra confusión: entre confesionalismo y clericalismo, supongo que porque ambas comienzan por c. Dicho esto, lo mejor es olvidarse del término, es decir, proponer el confesionalismo pero sin llamarlo confesionalismo. Ustedes me entienden, ¿verdad?

Ahora mismo, existen una serie de partidos políticos, de diversa tendencia ideológica, pero coincidentes en la defensa de una serie de valores que para un cristiano son impostergables. Especialmente, el derecho a la vida. Y no me vengan con que el aborto no es la única cuestión: el aborto es mucho más que el aborto, implica toda una filosofía de vida y si ese punto no está claro, no lo está ninguno. El aborto es el baldón de la sociedad actual. Por tanto, yo planteo la unión de los siguientes partidos: Familia y Vida, Comunión Tradicionalista y Carlista (CTC), Partido Social Europeo, Solidaridad Internacional, Alternativa Española y el PADE. Sí, soy yo, Eulogio López, el mismo que ha criticado, y hasta duramente, a alguna de estas formaciones. Sin embargo, esos valores, claves para todo católico, caben en todas estas formaciones. Y creo, sinceramente, que ante el panorama que tenemos delante, con esa izquierda progre y esa derecha indefinida y muy capitalista, todos esos partidos podrían probar a unir sus fuerzas. Una idea de la que también abominé en un futuro, pero me temo que los tiempos apremian.

Ayudaría que CTC abandonara la C de Carlista. Comprendo que eso es romper con una historia, las más de las veces gloriosa, pero no es vendible en la sociedad actual, pues la segunda C no alude a la forma de Estado sino a una cuestión dinástica. Pero la Comunión Tradicionalista es un elemento básico de cualquier aspiración política cristiana, por la sencilla razón de que lo opuesto a progresismo es tradicionalismo, aunque ese término no guste en España. Y para hablar de tradición, que no de conservadurismo ni mucho menos de neoliberalismo, hay que hablar con la CTC, sobre todo porque son los decanos. Y, por cierto, el único partido confesional de todos los citados.

El Partido Social Europeo ha sido creado por Juan Sánchez Galera. Acabo de leer su libro Complejos Históricos de los Españoles (editorial Libros Libres) y estoy encantado. No sé si este personaje tendrá madera política, pero, desde luego, tiene madera de ensayista y esa clarividencia de las almas libres.

Respecto a Alternativa Española, ya he dicho que Rafael López-Diéguez ha hecho una gran labor al apartar a todos los elementos de corte fascista, incompatibles por tanto con el Cristianismo. Le ocurre lo mismo que al PADE, una formación con historia, intelectualmente nada desdeñable, pero que arrastra ciertos elementos agnósticos, por lo demás tremendamente aburridos, como ocurre siempre con los gnósticos. 

Solidaridad Internacional es lo que muchos llamarían extrema izquierda, y que yo clasifico, simplemente, de izquierda. Tienen una clara visión del desastre al que nos conduce la especulación rampante de los mercados financieros actuales y la mayoría de los Gobiernos en convertirse en gestiernos, es decir, en meros gestores del dinero público. Son claros defensores de la vida, pero puede perderles, es una mera opinión, la obsesión por convertir la fe en un medio para lograr la justicia social. Y Dios no se deja nunca utilizar como medio... ni tan siquiera para un objetivo tan espléndido como la justicia social.

¿Es posible esa fusión? Yo no lo creo, o por lo menos lo veo difícil. Ahora bien, la obsesión anticlerical del Gobierno Zapatero, y el laicismo redivivo en toda Europa, están encabronando de tal forma a los católicos y a todos los creyentes que bien podría suceder el milagro. Porque lo que está claro es que ni el PSOE ni el PP tienen remedio. Y en otros países, cambien ustedes las siglas que quieran, ocurre lo mismo.

Mientras no se desarrollen estas alternativas de Gobierno, mucho me temo que la influencia de los católicos en la vida pública será a través del cuerpo social, pero no a través de la clase política. El PSOE seguirá jugando a comecuras y el PP seguirá chuleando a los católicos, confundiendo al Padre Eterno con la unidad de España (y la unidad de España puede ser un fin muy loable, pero no es el Padre Eterno). Y a fin de cuentas, la clase política también tiene su importancia: tiene el BOE.

Sí, lo reconozco, he cambiado de opinión. Yo no habría propuesto la unión de todas las formaciones políticas de raigambre cristiana ni jarto vino... no más allá de un mes. Pero tengo dos razones para modificar mi postura. La primera, el fracaso semántico del término confesional. El siglo XXI va a ser confesional o anticonfesional (perdón, laica), nos guste o no, pero, al parecer, el concepto no hace más que confundir. La segunda razón es la monserga con la que, desde hace ya meses, me castiga el director de Opinión de Hispanidad.com, Javier Paredes, en este sentido. Paredes es un personaje que recuerda el viejo dicho de los veteranos del matrimonio : si tu mujer te dice que te tires por el balcón, alquila una planta baja. Con Paredes, la única posibilidad de salvación es la rendición incondicional. Sea.

¿Y cómo se llamará esa unión tan deseada como difícil entran tan diferentes tan dispersas tribus? Pues, mucho me temo que Democracia Cristiana. Más que nada porque es lo que es. Pero pueden llamarle como quieran: lo que importa es el mensaje.    

Eulogio López