El confidente de Zapatero, Luis Aizpeolea, aseguraba la noche del miércoles, en el programa 59 segundos, que el PP pretende modificar la ley del homomonio si llega al poder.

Nuestro analista consideraba que eso no puede ser, dado que ha sido aprobada por el Tribunal Constitucional (TC). Se preguntaba, alarmado, este amante de las libertades públicas, cómo es posible que alguien pretenda vulnerar las normas del TC.

Pues es muy sencillo, don Luis: que el TC asegure que algo es constitucional no significa que nadie ni tan siquiera un Parlamento tenga que aceptarlo. ¿O es que porque el TC diga que el aborto es constitucional yo tengo que aceptar el aborto? La constitución es un escenario donde caben muchos actores. De otra forma, estaríamos pasando del todo lo que no está prohibido está permitido a todo lo no atenta contra la norma básica debe ser prohibido.

Este es uno de los argumentos enloquecidos del pensamiento único que impone el Nuevo Orden Mundial (NOM): como la verdad no existe lo único admisible es la ley, sólo que ahora damos un paso más en el camino hacia el manicomio: lo que no sea constitucional es bueno y debe promocionarse. Es el mismo salto del aborto despenalizado, a aborto libre gratuito y, de ese, al aborto obligatorio. Una cosa es que el TC declare constitucional el gaymonio y otra es que el Parlamento democrático no pueda prohibir el gaymonio si lo considera nocivo... por muy constitucional que resulte. Bastaría con que don Luis se hiciera la reflexión opuesta: Si el TC hubiera declarado inconstitucional el matrimonio gay, ¿no seguiría luchando El País por su legalización? Como toda norma jurídica, la Constitución está hecha para reconocer derechos, no para imponerlos.

En sentido contrario ocurre lo mismo cuando se dice que la ley del aborto no obliga a nadie abortar. Claro, y tampoco obliga ninguna ley a robar pero no por ello el robo deja de ser perseguido por ley.

Lo malo del pensamiento único no sólo es que sea único, sino que no es pensamiento en modo alguno. Es más, resulta un punto majadero.

Eulogio López

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