El viernes 13, la revista Época publicaba una entrevista con el fundador de Auge, José María Davó, de la que dábamos cuenta en nuestra anterior emisión. El cachondeo en la "city" madrileña es de los que hacen historia, dado que Davó, en un alarde de 'vedettismo' afirma cosas tales como que el diario El Mundo está detrás de la demanda contra Alierta, por presunta información confidencial, y que la propia asociación era poco menos que una tapadera para utilizar reclamaciones accionariales en una causa que tenía un sólo objetivo: cargarse a Alierta o forzarle a pagar 100 millones de pesetas para que se le dejara en paz.

Es decir, que el bueno de Davó queda como algo muy parecido a un chantajista, y el diario El Mundo, el segundo más vendido de España, como un manipulador interesado de escándalos, canalizados a través de una asociación y del propio sistema judicial. O sea, nada importante.

Naturalmente, Pedro J. Ramírez monta en cólera. Al parecer, ha habido llamadas entre el director de El Mundo y Davó, al que el primero ha dicho de todo menos bonito. Desde Época, se les ha comunicado a El Mundo que no han publicado ni la décima parte de lo grabado. Sí, grabado, porque esa es otra. En principio, un comunicado de Davó, probablemente instado desde el periódico, negaba todo lo negable. Sólo que la periodista insiste en que tiene cuatro horas de grabación, correspondientes a dos almuerzos con el abogado. Es más, asegura (en una entrevista emitida en Radio Intereconomía, propietaria de Época) que advirtió al lenguaraz abogado de que era periodista y de que iba a grabarle, a lo que éste respondió, pletórico él, lo siguiente: "Es que como no me grabes, yo no hablo".

En pocas palabras, lo de menos es que la entrevista de Davó beneficia a César Alierta y perjudique a un abogado amante de las emociones fuertes. Lo de más es que pone sobre el tablero el estilo Pedro J. Ramírez.

Por eso, y tras una fin de semana de significativo silencio, El Mundo contraataca con un editorial (lunes 16), ferozmente divertido.

Por una parte, el asunto comienza con la maniobra de distracción: todo estriba, según El Mundo, en el hecho de que el sobrino de Alierta, Luis Javier Placer, haya solicitado que su causa abandone el juzgado en el que se ha sustanciado para pasar a la Audiencia Nacional: "Cualquiera diría que hay un intento de sustraerse al imperio del juez natural, coincidiendo con la llegada, por estricta antigüedad, de un nuevo titular en el Juzgado".

Muy astuto, Pedro José. En efecto, no tiene algo que ver: lo tiene todo. Verás, el nuevo juez es Santiago Torres, conocido por el caso Gil, pero también por haber sido decano en Barcelona, donde se convirtió en uña y carne del ex fiscal Anticorrupción, Carlos Jiménez Villarejo. Era el juez que Pedro J. deseaba y el que el acusado no deseaba en absoluto. Es más, Torres cambia un Juzgado de Primera Instancia por otro de instrucción, algo que cualquier juez se pensaría dos veces antes de aceptar (ya saben guardias y todas esa cosas tan desagradables a ciertas edades).

Y el seráfico editorial continúa: "La alarma que debe producir a cualquier defensor del Estado de Derecho la campaña del linchamiento moral iniciada contra el abogado José María Davó". Desde luego, toda campaña de linchamiento es terrible, pero no parece que El Mundo sufra mucho por ello, dado que a continuación expone que "la mera sospecha de que parte del material recopilado contra él pueda proceder de alguna escucha telefónica ilegal produce escalofríos". Nada de escalofríos, Pedro José: la periodista autora del reportaje insiste, al igual que la revista Época, en que todo está grabado.

Luego viene la comparación con los GAL. Que no, que no cuela. Davó afirma que El Mundo le animaba a seguir el proceso judicial, que le contaba confidencias, que le arengaba. Lo malo es que lo dice Davó, no el enemigo. Así que. Una de dos, o las grabaciones son falsas e inventadas, o (aunque se trata de escuchas ilegales, que no lo son) quedaría al descubierto la misma operación: la utilización de la justicia y de una asociación de defensa del accionista.

Por otra parte, la prosopopeya no es propia de Pedro J. Ramírez, y ese es el lenguaje en el que está escrito el editorial. Al final, los medios guardan silencio y la plancha sólo puede leerse, naturalmente, en Internet. Perro no come perro, pero se supone que toda elegancia con el colega debe tener un límite.

En resumen, demasiadas explicaciones para algo que está muy claro: Si las grabaciones son ciertas, el prestigio de las asociaciones de consumidores y accionistas (no muy elevado, seamos sinceros) va a caer por los suelos... y el de ciertos estilos periodísticos, también.