La cosa está clara cuando se trata de católicos: son los romanos, los papistas, lo de siempre. Los cuentas y ya está. Ahora bien, cuando intentan abordar otras confesiones, las que el pueblo conoce como protestantes, los pobres tipos sudan tinta de calamar.
Por ejemplo, en una conclusión poco rigurosa pero comprensible, los estadísticos aseguraban que la primera confesión cristiana de Estados Unidos era la Iglesia episcopaliana, los anglicanos gringos, para entendernos. Pero ahora, por puro odio hacia los precitados numerólogos, la cosa se complica tanto como cuando el buen Lutero -¡Qué bueno era, rediez!) se lanzó al ruedo.
Porque claro resulta -lo cuenta Noticias Globales- que la septuagésima sexta Convención General de la Iglesia Episcopaliana, celebrada en Anaheim (California) ha decidido bendecir -nunca mejor dicho- el matrimonio gay, más que nada para no hacerle un feo a su venerable -está bien, sólo venerado- obispo Gene Robinson, felizmente casado con un maromo. Por supuesto, los episcopalianos, han aplaudido con entusiasmo el matrimonio gay y, por el momento, porque a tanto no llega su progresismo, no han condenado el matrimonio heterosexual, pero en breve, estoy seguro, formarán una comisión para estudiar el asunto. Presidida por Robinson, of course, y su maromo seglar.
Pero, querido lector, seamos francos: la horterada y la verdad coinciden en algo: ambas forman una unidad indestructible, coherente, pétrea. Por eso, al horterismo sodomita había que añadir, no podía ser de otra forma, la cursilería sincretista. Y así, la mencionada Asamblea -episcopaliana, como creo haber dicho antes- aprobó con entusiasmo la Carta de la Tierra, como dijeron sus inventores, la nueva tabla de los mandamientos (17, en lugar de 10. O sea, más perfecta), la que debe abrazar toda la humanidad, al menos, la humanidad tolerante. Para el resto sólo nos queda el viejo aforismo: A éstos les hago yo demócratas aunque tenga que fusilarlos a todos. El presidente Barack Obama -¿por qué será?- es un entusiasta sincretista y lo de la Carta de la Tierra le mola mazo. Ahora, sólo me queda suplicar al lector que dediquen 5 minutos a leer la telúrica misiva (su lectura dura eso, unos cinco minutos mal contados, pero para comprenderla bastan 30 segundos).
No se pierdan los puntos 7-e, donde se introduce la salud reproductiva, el punto 11-e, o cultura de género, y el 12-a sobre orientación sexual, como tampoco deben olvidar el respeto debido a las especies animales -a la humana no, al menos hasta su nacimiento- pero no podemos permitirnos la devastadora crueldad con la mosca cojonera, la avispa boluda y la rata de alcantarilla. Porque todos ellos, y ellas, queridos amigos, son vida.
Y ahora, terminada la lectura, respondan con entera libertad y mayor sinceridad: ¿Has visto alguna vez algo más cursi y hortera que el presente documento? Si la respuesta es positiva es que han vivido ustedes mucho y el universo no puede depararles sorpresa alguna.
Es panteísmo, muchachos, panteísmo monflorita y hortera de bolera. Y sí alberga una verdad oculta: este tipo de estupidez se presenta como férreamente sostenible.
Eulogio López
eulogio@hispanidad.com