El PP tienes secuestrado el voto católico de la misma manera que el agnóstico Jiménez Losantos tiene secuestrado el único medio informativo confesional de España, la cadena COPE.
Ya se sabe que los secuestros generan síndrome de Estocolmo, y por eso vemos a tantos católicos contentísimos de que en la región de Madrid haya triunfado doña Esperanza Aguirre, que financia con dinero público el 20% de los abortos que se producen en la capital, así como la educativa y edificante campaña de promoción homosexual en colegios y de regalo de preservativos para todo tipo de opciones sexuales. O tenemos a Gallardón, que regala píldoras abortivas PDD a niñas de 13 años a escondidas de su padre y su madre, y en sus ratos libres oficia gaymonios. Son los dos grandes triunfadores de la noche, y los que se perfilan como los sucesores de Mariano Rajoy, si éste no lograra imponerse en las elecciones generales.
Y es cierto que las alternativas católicas han fracasado, entre otras cosas porque aquellas formaciones que cumplen los principios no-negociables de Benedicto XVI, apenas tienen fuerza para presentarse, los medios, la primera la COPE, les cierran el paso y, finalmente, acuden divididos por lo que obtienen muy pocos votos.
Por eso, mientras FJL tiene secuestrada la COPE y el PP el voto, el cristiano está huérfano de opción política y de información, corremos el riesgo de creer que cristianizar España consiste en echar a Zapatero de La Moncloa. Y oigan, créanlo, no es exactamente así.
En el entretanto, resulta que España sigue siendo otra "curiosidad" occidental donde 10 millones de personas pierden una hora de su descanso dominical para ir a misa los domingos, y, al mismo tiempo, votan a partidos que atentan directamente contra los principios que la Iglesia considera no-negociables. A saber: vida, familia, libertad educativa, bien común y libertad religiosa.
¿Que por qué se dan estas contradicciones? Pues muy sencillo: como buena parte de Occidente, España es un país dormido. Y las sociedades adormiladas, con tan enormes tragaderas, son carne de cañón. O sea, nosotros mismos.
Eulogio López