La piedra angular de cualquier sistema económico es la circulación del dinero, si esto se reduce o interrumpe la cosa como que no funciona.
Obviamente para que las personas puedan gastar dinero, primero tienen que recibirlo. Si el señor Ford, don Henri, pagaba bien a los curritos que fabricaban sus coches, estos mismos se convertían en potenciales clientes. Esto es lo que se ha roto en Occidente y muy especialmente es España.
Si las empresas quieren ganar dinero, primero tiene que ponerlo a circular, en este paquete se engloba también la llamada banca y el Estado, que suele ser la principal empresa de cada país.
No vale producir en economías esclavistas, con bajos costes de mano de obra, e intentar vender en Occidente; que vendan esos productos a los curritos cuasi esclavizados de tantos países.
Tampoco vale realizar una desregularización del mercado laboral que no incluya a la principal empresa del país, el Estado en su muy enmarañada ramificación de administraciones.
No es de recibo reducir las indemnizaciones por despido a la infantería y mantener los blindajes del mando. Tampoco conservar los privilegios cuasi medievales de algunos servicios del Estado privatizados en claro monopolio: notarías, registros, por ejemplo.
Si todos los españoles, pobrecitos, somos iguales, según nuestra magna Constitución, por que unos tienen un puesto de trabajo en el Estado en régimen de propiedad y el común de los mortales se encuentre a merced de los aterradores mercados, propiamente dichos.
Pero un Gobierno cuajado de altos funcionarios y unas Cortes de similar constitución no creo que estén interesadas en que sus miembros pierdan posición y privilegios, para igualarse con el pedestre común de los mortales.
José Luis de la Viña