El Movimiento Cristiano de Liberación celebró el pasado 8 de septiembre su decimosexto aniversario. Su presidente, Oswaldo Payá, dedicó unas palabras para la ocasión tituladas "Nosotros, los cubanos". En ellas advertía a quienes trataran de instrumentalizar la lucha cívica para fines distintos a la liberación y la democratización. Lo más llamativo es que alertaba contra quienes trataban de instrumentalizar la lucha por la democratización de la isla con el objetivo de la emigración.

 

"Quienes no tengan esta motivación, no deben confundirse en las filas de los movimientos cívicos, distorsionando nuestra lucha y nuestra imagen y alterando nuestros sagrados objetivos". ¿Alguien en particular? Payá advierte que la unidad no será verdadera si no se basa en una auténtica identidad. "No haremos causa común con la traición ni con falsificaciones de la identidad de la oposición auténtica". ¿Nombres y apellidos?

 

Y por si había alguna duda, añade que no por dar una falsa imagen de unidad ni por política "confundiremos al pueblo, ni a los amigos, ni a los que tienen buena voluntad, jugando conscientemente con la mentira". Una buena muestra de los ataques y divisiones que vive la disidencia cubana en una batalla que seguramente resulte familiar a los españoles: maximalistas y minimalistas. El problema es que a algunos, nunca les llega la hora. Y los cubanos tienen los mismos problemas de convivencia que los españoles, sólo que elevados a la potencia de una dictadura en un país caribeño.