Tan malo como el odio es la indiferencia. Sobre lo primero, el odio, cuya expresión máxima es la venganza, da pruebas cada día más macabras el yihadismo. La última, el asesinato grabado con una cámara, ayer miércoles en Argelia de un turista francés. Lo peor es que la venganza contesta a un agravio y aquí no lo hay, por mucho que invente el Estado Islámico.
Y de la indiferencia, que enquista al hombre para afrontar el bien y superar el mal, da pruebas también Occidente. La indiferencia ante el aborto es el ejemplo más ilustrativo. Es necesario, según los polos, tanto neutralizar el odio como enterrar la indiferencia y despertar el compromiso, sobre todo cuando está en entredicho la dignidad humana. Hay que poner remedio: protestar y hasta montar un escándalo si es preciso. No se puede ser complaciente con el asesinato, lo provoque el odio o la indiferencia.
Hispanidad
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