Artur Mas ha dicho que el PSOE es la centralidad en España y CiU lo es en Cataluña. Es una frase egregia, tan egregia y plúmbea que podría haber sido pronunciada por el mismísimo Zapatero. Nunca he oído un mejor resumen de la situación política actual, no en España, sino en Europa, en el mundo hispano, en el mundo mundial. Todo el mundo a la búsqueda del centro político, donde hay un atasco tremendo, y se confunden ideas, personas, programas, estrategias, hasta que no se sabe dónde está cada cual.
Hay que reconocer que centralidad no es lo mismo que centralismo. Entre otras cosas, porque los ismos están muy mal vistos en el mundo de hoy. Y es que los ismos se han empleado siempre como desinencias del concepto que define una cosmovisión, un sentido de la vida, una ideología En resumen, una convicción. Y claro, en el mundo moderno está mal visto tener alguna convicción. Nuestra nunca bien loada vicepresidenta primera del Gobierno, doña Teresa Fernández de la Vega, una genio de la ciencia política, consideraría que eso es tener la mente cerrada Y como es sabido, ella la tiene muy abierta.
Total, que el PSOE y CiU ya no son ni el centro político, son la centralidad, con lo que Mas se aleja convenientemente del centralismo, del centrismo, del centrorreformismo y hasta de cualquier tentación ideológica.
La centralidad es un concepto geográfico, aritmético, o sea, que no dice nada. El diccionario considera que centralidad es lo que está en el centro, mientras que centralismo es -¡oh pérfido mundo de las ideologías!- la doctrina de los centralistas. Y todos ustedes son conscientes de que cuando se empieza a valorar las ideologías puede incluso comenzarse a valorar las ideas, y entonces la gente se pone a pensar y vaya usted a saber donde puede acabar la cosa. Como se decía en tiempos de nuestros padresen las discotecas y en el Partido Comunista. Ni que decir tiene, que cuando jubilamos a las ideologías por obsoletas, y a las convicciones por fundamentalistas, las sustituiremos por los intereses, por un mejor reparto de cuotas de poder.
Recuerdo que el hoy diputado socialista, precisamente socialista, entonces secretario general de Comisiones Obreras, Antonio Gutiérrez, afirmaba que nada hay más reaccionario que el butigué catalán. Pues bien, hoy uno de esos butigués, partidarios de que los gobiernos no gobierne, sino que gestionen, y de repartirse la tarta del poder y el presupuesto público, D. Artur Mas, acaba de pactar con su partido, con el PSOE. Esto es lo cómodo de las centralidad: que todo es coherente con todo, todo es conciliable con todo, incluso el blanco y el negro. ¿Y la coherencia? La coherencia es un concepto reaccionario.
Eso sí, el papelón es el de Durán Lleida, jefe del sector democristiano de CiU. ¿Qué hace Durán, el mismo que se opuso al matrimonio gay, aspirando a ministro de exteriores de un Gobierno socialista que ha promulgado el matrimonio gay y la brown revolution? Fíjense si será papelón el de Durán que su único argumento es el de que el Partido Popular también es democristiano y miren ustedes lo poco cristianamente que se comporta. Muy cierto, sí señor, pero eso recuerda el viejo adagio : Mal de muchos.
En cualquier caso, se empieza por prescindir de las ideologías y se acaba prescindiendo de las ideas.
Pero es que hay más. Cuando la política deja e ser Gobierno para ser gestierno, se producen jocosísimas intervenciones, como la de D. Artur Mas en al mediodía del lunes. Según Mas, si Zapatero quiere que CiU entre en el Gobierno de España (Zapatero no lo quiere, pero lo considera necesario para acabar de aislar al PP), tendrán que devolverles la Generalitat y convocar elecciones anticipadas en Cataluña. Miren por dónde, y yo que creía que el trono de la Generalitat lo otorgaba el pueblo en las urnas. Es más, tonto de mí, creía que sólo Pasqual Maragall, como presidente, podía convocar esas elecciones. La postura de Mas lo tiene claro : José Luis, muchacho, si quieres que te apoyemos en Madrid, devuélveme la Generalitat.
Pero eso es cosa de los catalanes arguyó la conciencia de Zapatero-. Y fue entonces cuando Mas se inventó la centralidad.
Eulogio López