Decía Jordi Sevilla que Cataluña no estaba preparada para un presidente charnego. Una expresión muy desafortunada que ha regresado a la memoria colectiva como boomerang. Algunos comentaristas hacen gracias con que vamos a tener un cordobés como presidente; mañana quizás sea un Mohamed, un poco más abajo.
No me hace nada de gracia. Montilla es cordobés, y por tanto español. Tiene tanto derecho a presentarse candidato en Cataluña, como en Córdoba o Tenerife. A no ser que nos calemos la boina regionalista y diferenciemos a los españoles por su lugar de nacimiento. Algunos ayuntamientos han llegado a censar a andaluces y extremeños como inmigrantes. Se les olvida que uno nunca es inmigrante en su propia tierra.
Pero en el fondo de la Cataluña profunda persiste la sensación de que el cordobés o el extremeño es un ciudadano de segunda categoría. Tiene sus derechos sociales y económicos, pero de ahí a que le consideremos uno de los nuestros, ni hablar. Y claro, que nos gobierne un charnego, ¡hasta ahí podíamos llegar! Un racismo implícito muy poco presentable, pero desgraciadamente demasiado presente.
Que Montilla sea cordobés debería de ser irrelevante. Tan irrelevante como si Miguel Sebastián es de Madrid, Alvarez del Manzano sevillano o la Trini, hispalense. Absolutamente indiferente. En Madrid, nunca se ha censurado a nadie por su origen, entre otras cosas, porque pocos pueden presumir de cuatro apellidos madrileños. Yo tampoco. En Cataluña, en cambio, da la impresión de que la catalanidad de origen ofrece derechos extraordinarios sobre los españoles provenientes de otras partes de la misma nación de naciones. Un asco.
Dicho esto, podemos criticar a Miguel Sebastián por buscar la venganza, a la Trini por incapaz y a Montilla por tratar de reeditar un acuerdo de perdedores. Pero eso es distinto. Criticamos su actuación, su talante, su política, pero no su origen. O sea que una vez dicho que un candidato a la Generalitat puede nacer donde le de la gana con tal de que sea español, censuro abiertamente la frivolidad del anuncio de Nocilla, critico la voluntad de reeditar el poco democrático Pacto del Tinnell, recuerdo que dejó el ministerio de Industria hecho unos zorros, y recuerdo también sus poco explicadas relaciones con las entidades financieras. Pero más racismo, no. Por favor.
Luis Losada Pescador