Porque eso de acudir a los cementerios se nos aparece como una bajeza de lo más vulgar. Máxime si somos nosotros los que acudimos de protagonistas. Pero la muerta forma parte de la vida de manera cotidiana, por mucho que la cultura postmoderna se encargue de echar tierra encima y desee morir sin enterarse. El problema es que el que no se entera de la muerte, tampoco se entera de la vida.
Vivir sin encontrar una respuesta a la muerte es una vida sin sentido. Pero, cuando la cultura arranca la fe de las conciencias, las condena a vivir aturdidas frente a la realidad. La vida no tiene sentido, pero el hombre tampoco tiene sentido. Y como la antropología queda tocada, el hombre sin centro de gravedad permanente busca desesperadamente satisfactores inmediatos de placer "para ir tirando".
Y en medio de esta miseria, llega nuestra madre con el calendario y nos recuerda que estamos creados para vivir, que hemos sigo comprados al precio de la sangre del Redentor, que el desierto ya ha sido atravesado antes por el Amor transformando la arena en oasis. Estamos llamados para la más alta dignidad y vestimos de retales. Pudiendo vivir en el palacio, preferimos ir tirando en nuestra tienda de campaña.
Pero arrastrarse no es necesario. La plenitud es posible y gratuita. Tan sólo hay que dejarse querer por el Amor. En esto consiste la Cuaresma. Por eso, resulta tan ridículos los comentarios de que el Carnaval debería de durar toda la Cuaresma. ¿Y luego? Seguir. ¿Y luego? ¿Seguir siguiendo? ¿Hasta cuándo? Hasta convertir la vida en una fiesta. ¡Esa es precisamente la invitación de la Cuaresma! Pero para eso hay que tirarse a la piscina en la certeza de que muriendo, vivimos. Al fin y al cabo, tampoco es tan difícil. Seguro que usted tiene la experiencia de que entregándose a los demás es más feliz. Esa es la muerte. Y la vida.
Y por eso resulta tan doloroso observar cómo algunos clérigos parecen absorbidos por el mundo en su estupidez manifiesta. Porque pudiendo anunciar al Resucitado, prefieren quedarse a cuidar del quiosco rebajando el mensaje a lenguaje carnavalesco. O sea, que prefiere seguir en la tienda de campaña. Pero de las baratas. Aguantando los vientos para que no se vuele el doble techo cuando podía invitar a la parroquia a una fiesta de postín en un palacio de lujo. ¿Por qué estar de rebajas?
No pierda este año la oportunidad. El tren llega siempre por estas fechas. Pero ninguno sabemos si estaremos mañana. Entiérrese mañana miércoles en ceniza y recuerde su origen y su destino. Porque el hombre que no sabe dónde va, siempre termina en otra parte. "Matanoeiete".
Luis Losada Pescador