Sr. Director:

Una multitud de personas acudió a finales del año 2007 en Madrid al gran encuentro convocado en favor de la familia cristiana.

El ambiente festivo y participativo que precedió a la ceremonia fue fiel reflejo de que la expresión vital de las creencias y sentimientos personales no pretende crear malestar ni crispación de ningún tipo, sino tan sólo reafirmar esa visión trascendente del mundo compartida por quienes otorgan a su propia vida una dimensión moral. La familia es una institución sólida, basada en valores permanentes que no pueden ser alterados mediante operaciones de ingeniería social como se ha pretendido desde algunos grandes poderes en  los últimos años.

Frente al relativismo inconsecuente que proclama la posmodernidad, la gente demuestra con su conducta abierta y positiva que la familia es fuente natural de afectos y el ámbito más apropiado para la transmisión de valores que redundan luego en beneficio de la sociedad.

He aquí una lección de civismo y de respeto que debería ser motivo de reflexión para el radicalismo laicista, que intenta crear una imagen tópica e interesada sobre un cristianismo "retrógrado" que sólo existe en su imaginación.

Desgraciadamente, en los primeros días del nuevo Gobierno no hemos apreciado movimientos ni tendencias favorables a la familia. ¿Habrá que dar un margen de tiempo?

José Morales Martín

jomomartin@gmail.com