En definitiva, la clase política europea ha decidido hacer caso omiso de la opinión del pueblo francés y seguir adelante con una Constitución. El presidente del Parlamento europeo, el español José Borrell se situó en la misma línea de Giscard: El no francés no debiera interrumpir un proceso que los jefes de Estado y de Gobierno ya dejaron claro de qué manera debería administrarse. En definitiva, que no ha pasado nada, ya que el no vale tanto como un sí.
Por su parte, el presidente del Ejecutivo bruselense, Durao Barroso, minimizó la importancia del no francés, al que calificó como un tropiezo.
Sólo el británico Jack Straw habló de que había que replantearse muchas preguntas, sin especificar de qué estaba hablando. Recordemos que Tony Blair afirmó meses atrás que si los franceses decían no, a lo mejor los británicos ni tan siquiera convocaban consulta. Y si Holanda, como parece, también rechaza la Constitución el próximo miércoles, el asunto pude complicarse más. Ni la unión de corte corporativista de todos los políticos, cuyo cargo, profesión y salario dependen de que continúe el proceso europeo, podría acallar el grito de la ciudadanía.
La bolsas europeas interpretaron como un rotundo fracaso el no francés, pero visto que los políticos miraban hacia otro lado, a media sesión comenzó a animarse. Así ocurrió con la Bolsa de Madrid. El dinero no sabe de política, sólo le gustan los hechos consumados.
Ahora mismo, el panorama es el siguiente: 15 países optaron por la ratificación parlamentaria de la Constitución, entre ellos Alemania. Cuando son los políticos los que votan, todo va sobre ruedas: de hecho, ya han sido 9 parlamentos de esa quincena los que han dado el visto bueno. Sin embargo, otros 10 estados optaron por el referéndum. Por ahora, empate a uno : sí en España, no en Francia. Los jefes de Estado y de Gobierno afirmaron en su día que si cuatro países votaban en contra del texto, debería replantearse. Pues bien, esa circunstancia se ha vuelto más probable que posible. Lo más curioso es que ningún líder europeo, tras el no francés, ha optado por la opción más lógica: rehacer la Constitución y someterla a referéndum previo en los 25 países miembros.