Esto del centro-reformismo es maravilloso. Ahora resulta que el Partido Popular está dispuesto a lanzar una campaña de publicidad para pedir un referéndum, sobre el Estatuto catalán, dado que éste podría vulnerar el Título II de la Constitución. José Blanco, secretario de organización del PSOE, se ha apresurado a decir que mienten, porque si algo no desea Zapatero es modificar la Constitución ante de las próximas elecciones generales anticipadas.
Con el Estatut está ocurriendo lo mismo que con el matrimonio gay, sólo que al revés. Los complejos del Partido Popular aparecen una y otra vez: Nación es algo más que una palabra, le dijo Rajoy al Presidente del Gobierno. Por la misma razón, se le podía haber respondido al presidente del PP: Matrimonio también es algo más que una palabra, que una cuestión semántica.
Lo primero que llama la atención es que un partido no se gasta dinero en campañas si puede conseguir gratis una propaganda más eficaz: las noticias. Simplemente, el PP se quedó sin televisiones y ahora debe recurrir a la publicidad. Lo segundo, que se utilice la Constitución como argumento. El argumento del Partido Popular sería igualmente válido si defendiera la postura de que en un referéndum de autodeterminación
A los constitucionalistas ya se les empieza a conocer como los jacobinos, en el Partido Popular. En pocas palabras, los constitucionalistas pretenden que toda reforma estatutaria implica una reforma constitucional, lo que nos lleva al referéndum. Entre los jacobinos centralistas del PP figuran elementos tan dispares como el propio Rajoy, Eduardo Zaplana, Gabriel Elorriaga o el propio Ángel Acebes.
Al parecer, a nadie se le ha ocurrido la otra opción: dejar en paz a la Constitución y plantear que también en el Estatut catalán debe votar todo el pueblo española.
Mientras tanto, el secretario de organización del PSOE, José Blanco, ha aprovechado esa brecha para acusar al Partido Popular de mentiroso y demagogo. Su alternativa es pasar este trágala del Estatut catalán, que ha producido en toda España un anticatalanismo y antigubernamentalismo que ni en Moncloa ni en Ferraz se esperaban.