El objetivo es aprender de las universidades que ya se han adaptado a Bolonia para conocer cómo se debe hacer, cuál es el coste, etc. De esta manera, pretende aplacar el movimiento asambleario que en las universidades está contestando con violencia a la aplicación de Bolonia. Los movimientos asamblearios son complicados en la interlocución.
Lo que no es discutible es su aplicación, que permitirá una mayor comparabilidad y compatibilidad de todo el espacio europeo de enseñanza superior. Garmendia reconoce que la secretaría de Estado y las universidades han realizado muchos esfuerzos de comunicación, pero también reconoce que no han dado sus frutos. Así que hay que hacerlo de manera diferente. ¿No se está yendo demasiado lento desde que se firmara en 1999? Se firmó en 1999 pero hasta el 2005 no se hizo nada, responde Garmendia. Patada hacia atrás. ¿Ven como es buena política, de la 'factoría Blanco'?
Por lo demás, Garmendia considera que los Rectores se están moviendo entre la cautela y la convicción y exige una mayor valentía para afrontar los cambios. El mismo esfuerzo que pide a los profesores. También sale al paso de quien la critica por estar ausente en los debates. Frente a las críticas, los datos. De las 74 universidades, nos hemos reunido con 48; y de las 50 universidades públicas, con 37. En concreto, ella personalmente afirma haber dedicado muchas horas a discutir la adaptación con 16 universidades. ¿Dinero para la adaptación? Se ha incrementado el presupuesto un 46%, responde Garmendia.
Además: ¿qué hay del cambio de calendario que marca Bolonia? Garmendia niega que Bolonia obligue a modificar el calendario, aunque el hecho de que la mayoría de los países tengan el mismo calendario marca una tendencia. Así que toca homologarse con Europa, pero en paralelo desestandarizar las universidades españolas. ¿Alguien lo entiende?