Para entendernos, el Tea Party nació cuando esa mujer inteligente y, lo que es más importante, coherente, llamada Sarah Palin se dio cuenta que el Partido Republicano se ha había aparatizado, y que el aparato no le iba a permitir decir lo que pensaba ni hacer lo que quería. Entonces decidió apelar directamente al pueblo, no a los poderes intermedios, mediante una combinación de Internet -paraíso de la libertad- y el cara a cara que suponen las reuniones de quienes creen en lo que Aznar llama los valores nacionales americanos y que no son otra cosa que los valores no negociables de Benedicto XVI: vida, familia, libertad educativa y la concepción de la actividad política como bien común.
Oiga, y hablo de Estados Unidos, país donde los aparatos de los dos grandes partidos -no digamos nada de los demás- son de quita y pon. Sólo para periodos electorales, nada que ver con los funcionarios del PSOE o del PP, que viven del presupuesto público y derrochan el dinero de todos en propaganda.
Pero, miren usted por dónde, resulta que a Público no le gusta. Es lógico, el periódico de Jaume Roures y Tacho Benet presenta querencias dictatoriales y a los tiranuelos no les agrada la democracia. Porque el Tea Party no es más que democracia -asamblearia, si se quiere, pero con el objetivo de alcanzar el poder.
Sólo que Palin y los suyos consideran que para ello deben apelar directamente al ciudadano porque en materia de moral -reclamaba Chesterton- lo mejor es preguntar directamente al pueblo. Por eso, Público asegura -¡bendita ingenuidad!- que Aguirre trata de crear el Tea Party español. Pero, hombre, muchacho, si Aguirre tiene de cristiana lo mismo que yo de arzobispo de Getafe.
Dice Aznar que en España el Tea Party no es posible pero no se fíen, Aznar protege a su aparato, el del Partido Popular. No cabe duda de que si los católicos queremos intervenir en política, el camino es el Tea Party.
Con dos aditamentos, que en Estados Unidos ya lo han conseguido pero que aquí aún son asignaturas pendientes. El uno, la limitación de mandatos presidenciales a dos legislaturas, ocho años.
Y luego la justicia popular. El nuevo sistema de elección que pretenden PP y PSOE sobre los vocales del Tribunal Constitucional no es más que endurecer el reparto de puesto en el TC al igual que se lo reparten en el Consejo General del Poder Judicial. La alternativa es potenciar el jurado y libre elección de jueces y fiscales, al menos en la parte baja de la pirámide.
Y un añadido: reducir las participaciones públicas a los partidos políticos. La idea del partido marginal, SAIN, de que todos los cargos públicos cobren el salario mínimo me parece estupenda.
¿Y cómo le llamamos a este novedoso sistema político por el que deberíamos luchar todos los católicos españoles en un Tea party? Pues, naturalmente, democracia.
Con el actual divorcio existente en Europa entre los políticos y el pueblo, les aseguro que el nuevo sistema tendría muchos apoyos muchos votos. Necesitamos una Sarah Palin.
Eulogio López
eulogio@hispanidad.com