Todo eso es mentira, naturalmente. El oficio de banquero siempre ha consistido en que te devuelvan el dinero prestado y en las provisiones consiguientes.
Ahora bien, con la exigencia de que bancos y cajas -y lo mismo ocurre con cooperativas de crédito y el sector asegurador- aumenten sus recursos propios se consigue forzar un oligopolio financiero. Es decir, no hay cabida para los pequeños. Cada año serán menos bancos y más grandes. En suma, un oligopolio. Y recordemos que toda la justicia social se basa en ese principio: muchos pequeños son mejor que pocos grandes.
Segunda cuestión: obligando a aumentar los recursos propios no hay cabida para lo que sea sociedad anónima, dado que, por ejemplo, las cajas no pueden acudir al mercado con la alegría de los bancos.
En tercer lugar, Basilea III, al igual que la II, dificulta que los bancos inviertan en industrias. ¿En qué se distingue un empresario de un financiero? Un empresario produce, un financiero sólo compra y vende. El primero se dedica al beneficio, el segundo a las plusvalías.
En otras palabras, Basilea en lugar de poner las finanzas al servicio de la economía real, hace justamente lo contrario: pone la industria al servicio de las finanzas y ojo, finanzas especulativas.
Eulogio López
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