Ahora bien, el derecho al honor está siendo utilizado, en este mundo global, por los poderes políticos y económicos, casi diría por los poderes jurídicos, es decir, por aquellos que tienen equipos de abogados a su servicio.
Nada peor que el Gobierno de los jueces, o mejor, nada más peligroso que la utilización de los tribunales, no para defenderse, sino para atacar. Como resulta que sólo los ricos y poderosos pueden permitirse el lujo de soportar los gastos jurídicos (por lo general, no los soportan ellos, sino el erario público o el presupuesto corporativo) y como resulta que el derecho al honor -que no el honor mismo- es lo más ambiguo que pueda darse, lo que estamos viviendo en Occidente es la dictadura de los tribunales: en cuanto un poderoso quiere silenciar una crítica hacia su persona ya no se brea en el combate dialéctico, simplemente interpone denuncias, demandas o querellas en defensa de su muy querido honor.
Insisto en que hemos llegado a una situación que en la distinción entre buenas y malas personas pasa por los tribunales: buenas personas son aquéllas que no demandan al prójimo.
Sí, sé que la ley debe distinguir entre calumnia (decir algo falso de otro) y difamación (decir algo cierto pero negativo para la imagen de un tercero). Además, creo en el concepto de honor y defiendo su defensa. Lo que ocurre es que ese derecho, y los propios tribunales, está utilizado de forma espuria por los grandes contra los pequeños, por el poder frente al pueblo, al grito de 'si quieres denunciar a alguien demándale por derecho al honor, que cabe todo'. Si ganas el caso le habrás hundido -sobre todo económicamente -porque el honor sumarial se mide en euros- y si lo pierdes también: porque la justicia es carísima, sobre todo para pobres y pequeños.
En cualquier caso, de entrada, la utilización espuria del derecho al honor terminaría con la libertad de prenda y, en Internet, en el periodismo ciudadano, con la libertad de expresión.
Un ejemplo, el muy progresista, comunista y anticlerical, Jaume Roures, señor de Mediapro. La Sexta me amenaza con llevar a los tribunales a este diario electrónico por atentar contra su honor, con razones tales como la de que Mediapro no es un grupo pro-gubernamental. Estamos hablando de uno de los miembros más insignes y multimillonarios del oligopolio informativo que controla España, y quiere denunciar a Hispanidad por la emisión de una opinión que, además, más que opinión es tautología. Asegura Roures, como buen progresista, que en una democracia los tribunales "acaban por poner a cada uno en su lugar. Desgraciadamente tiene razón, pero no en una democracia, sino en una tiranía: sí, los tribunales certifican el poder de los fuertes y la derrota de los débiles bajo el signo de la maldición gitana: tengas juicios y los ganes. A él le interesa el aforismo-sofisma, claro está, dado que figura en el gremio de los fuertes, en el del oligopolio informativo español, gracias al apoyo de Zapatero (aunque, por supuesto, no son progubernamentales). No se apuren: en Hispanidad seguiremos contándoles a nuestros lectores lo que ocurre en Mediapro-La Sexta.
Sí, el honor es un espléndido concepto, una formidable realidad. Pero ojo con la utilización bastarda de conceptos espléndidos y realidades formidables, pues ya se sabe que tratándose de personas y doctrinas, la corrupción de lo mejor es lo peor.
Para mí que los de Veracruz hacen muy requetebién.
Eulogio López
eulogio@hispanidad.com