Las revoluciones nunca son silenciosas. Las revoluciones o son organizadas, en cuyo caso hay que hablar de revolución teledirigida, casi de conspiración, o bien son espontáneas, desorganizadas, surgidas de un personaje o institución sino de la sociedad, de un conjunto de personas que no se conocen de nada pero que, de repente, caminan en una misma dirección, adoptan una misma iniciativa.

Ahora mismo, esta revolución espontánea está surgiendo en los cinco continentes, porque el Cristianismo está presente en todos ellos, un fenómeno curiosísimo : la apertura de templos y sagrarios. Iglesias que antes permanecían cerradas a cal y canto amplían su horario de apertura mucho más allá de lo que exigen los actos de culto.

Pero no sólo se trata de que abra el templo, que no deja de ser un inmueble. No, lo más importante es que se abran los sagrarios. En otras palabras, lo que se está poniendo de moda, y transformando parroquias mortecinas, es exponer al Santísimo en las custodias, lo que exige, naturalmente, que haya fieles acompañando al Señor.

Gente que ve cómo se transforma su vida al entrar en una Iglesia, a veces por pura curiosidad, y mirar a Dios cara cara; comunidades enteras que despiertan del sueño de la tibieza gracias a estas prácticas. En Kazajistán, Estados Unidos, España, México, la Argentina. Al parecer, la visión de Dios resulta revolucionaria. Cuando menos, los efectos sobre la rutina que aqueja a los humanos son devastadores.

La apertura de templos y de sagrarios sí es una noticia. La crónica de una revolución.

Eulogio López