Me escribe un sacerdote para decirme que el origen del vaciamiento espiritual de la sociedad es la ausencia de sacerdotes santos. Algo cierto ha de haber en todo esto por cuanto tengo que contarles el plan de Benedicto XVI para Hispanoamérica. No puedo revelar la fuente pero créanme, es de primera mano. Trataré de traducirlo al castizo, método con el que me anticipo a la cruda realidad de que es todo lo que he entendido a mi fuente y no más. Recuerden que soy periodista.
Las instrucciones que ha dado Benedicto XVI para Iberoamérica pueden resumirse así: prefiero menos curas pero santos. Concretando: el Papa quiere que se termine, a cualquier precio, con cualquier situación irregular entre el clero hispanoamericano.
Por métodos internos, en principio. Se avisará al obispo, y si éste se sintiera incapaz de convertir a la oveja perdida (es sabido que, últimamente, las ovejas pérdidas suelen pegarle bocados lobunos al pastor que trata de devolverla al redil) el obispo será sustituido por otro, haya o no haya cumplido la edad preceptiva del retiro.
Digo será sustituido porque uno es muy estirado, pero lo que debería decir es que ya se está haciendo.
Métodos externos: no sólo se colaborará con la justicia, también con los periodistas. Cualquier trapo sucio saldrá a la luz y se proporcionarán todos los datos necesarios. No confundir caridad con connivencia. Que cada palo aguante su vela. Eso sí, se peleará por defender a los sacerdotes calumniados.
¿Y si hay que cerrar parroquias? Se cierran. ¿Y si nos quedamos con curas para atender la acción pastoral? Pues nos quedamos. ¿Y si hay que cerrar seminarios por falta de personal discente? Pues se cierran. Confianza en Dios, que Él proveerá. Benedicto XVI quiere llegar hasta el final en esta revolución que no sé si conoce precedente en la historia de la Iglesia.
Ahora bien, ¿de qué estamos hablando? ¿De pederastia? No, aunque se aplicará la misma estrategia. ¿De sodomía? No, aunque no se aplicará la misma metodología. No nos engañemos: un sólo caso de pedofilia o sodomía clerical es para echarse a temblar, pero ese no es el problema sino la exageración interesada de los enemigos de la Iglesia. En España e Hispanoamérica hablamos de amancebamiento, de curas que conviven, malviven, con señoras que no tienen muy claro lo del voto de castidad. Lo de la pederastia, a pesar de la abrumadora campaña mediática no son sino excepciones comparadas con lo del amancebamiento.
En Argentina, tan aficionados al mate, se cuenta de aquel periodista que entrevistaba a un cura, le preguntaba como hacía para supera la soledad clerical. Mate y Rosario, fue la respuesta. ¿Y eso basta?, inquirió el periodista. Claro que sí -aseguró el presbítero. Luego se volvió mirando al salón y gritó: ¡Rosario, tráeme el mate!.
Es evidente que un sacerdote que vive en situación irregular, además del escándalo consiguiente no puede realizar su labor. Y la revolución benedictina promete ser de órdago en toda Iberoamérica, desde Río Grande a la Patagonia.
Ya he dicho algunas veces que los vaticanólogos son más peligrosos que los kremlinólogos: inventan más. Si todo español lleva dentro un obispo, deseoso de decir lo que está bien y lo que está mal. Pero los vaticanólogos son peores: no quieren ser obispos, quieren ser papas, más que nada para sentenciar quién debe ser obispo y quién no. Y casi todos ellos, miren por dónde, arriman el ascua a su sardina ideológica. Esto es, sus proclamas siempre acaban diciendo qué obispo merece aprobado y cuál suspenso según su pedigrí político, según se comporten a favor o en contra en materia civil.
La benedictina revolución tiene su peligro, porque entre el clero, de todo el mundo, no sólo anda flojo el voto de castidad sino aún más el de obediencia. Ergo, habrá que hacerlo por las buenas o por las malas. Esa es la orden. Conclusión: ven problemas donde no los hay, cuelan el mosquito y se tragan varias docenas de camellos. Con estos datos ya saben a qué atenerse. No se trata de peleas en la curia, ni de obispos conservadores o progresistas, sino de curas santos o curas indignos.
Y sí, esto es lo que está ocurriendo en un subcontinente donde se ubican la mitad de los católicos del mundo. Y no olviden que el enemigo está dentro. Recojan esas dos premisas y llegarán a la conclusión. Si se salva el clero hispanoamericano se salvará la Iglesia; si se salva la Iglesia se salvará el mundo.
Eulogio López
eulogio@hispanidad.com
Las instrucciones que ha dado Benedicto XVI para Iberoamérica pueden resumirse así: prefiero menos curas pero santos. Concretando: el Papa quiere que se termine, a cualquier precio, con cualquier situación irregular entre el clero hispanoamericano.
Por métodos internos, en principio. Se avisará al obispo, y si éste se sintiera incapaz de convertir a la oveja perdida (es sabido que, últimamente, las ovejas pérdidas suelen pegarle bocados lobunos al pastor que trata de devolverla al redil) el obispo será sustituido por otro, haya o no haya cumplido la edad preceptiva del retiro.
Digo será sustituido porque uno es muy estirado, pero lo que debería decir es que ya se está haciendo.
Métodos externos: no sólo se colaborará con la justicia, también con los periodistas. Cualquier trapo sucio saldrá a la luz y se proporcionarán todos los datos necesarios. No confundir caridad con connivencia. Que cada palo aguante su vela. Eso sí, se peleará por defender a los sacerdotes calumniados.
¿Y si hay que cerrar parroquias? Se cierran. ¿Y si nos quedamos con curas para atender la acción pastoral? Pues nos quedamos. ¿Y si hay que cerrar seminarios por falta de personal discente? Pues se cierran. Confianza en Dios, que Él proveerá. Benedicto XVI quiere llegar hasta el final en esta revolución que no sé si conoce precedente en la historia de la Iglesia.
Ahora bien, ¿de qué estamos hablando? ¿De pederastia? No, aunque se aplicará la misma estrategia. ¿De sodomía? No, aunque no se aplicará la misma metodología. No nos engañemos: un sólo caso de pedofilia o sodomía clerical es para echarse a temblar, pero ese no es el problema sino la exageración interesada de los enemigos de la Iglesia. En España e Hispanoamérica hablamos de amancebamiento, de curas que conviven, malviven, con señoras que no tienen muy claro lo del voto de castidad. Lo de la pederastia, a pesar de la abrumadora campaña mediática no son sino excepciones comparadas con lo del amancebamiento.
En Argentina, tan aficionados al mate, se cuenta de aquel periodista que entrevistaba a un cura, le preguntaba como hacía para supera la soledad clerical. Mate y Rosario, fue la respuesta. ¿Y eso basta?, inquirió el periodista. Claro que sí -aseguró el presbítero. Luego se volvió mirando al salón y gritó: ¡Rosario, tráeme el mate!.
Es evidente que un sacerdote que vive en situación irregular, además del escándalo consiguiente no puede realizar su labor. Y la revolución benedictina promete ser de órdago en toda Iberoamérica, desde Río Grande a la Patagonia.
Ya he dicho algunas veces que los vaticanólogos son más peligrosos que los kremlinólogos: inventan más. Si todo español lleva dentro un obispo, deseoso de decir lo que está bien y lo que está mal. Pero los vaticanólogos son peores: no quieren ser obispos, quieren ser papas, más que nada para sentenciar quién debe ser obispo y quién no. Y casi todos ellos, miren por dónde, arriman el ascua a su sardina ideológica. Esto es, sus proclamas siempre acaban diciendo qué obispo merece aprobado y cuál suspenso según su pedigrí político, según se comporten a favor o en contra en materia civil.
La benedictina revolución tiene su peligro, porque entre el clero, de todo el mundo, no sólo anda flojo el voto de castidad sino aún más el de obediencia. Ergo, habrá que hacerlo por las buenas o por las malas. Esa es la orden. Conclusión: ven problemas donde no los hay, cuelan el mosquito y se tragan varias docenas de camellos. Con estos datos ya saben a qué atenerse. No se trata de peleas en la curia, ni de obispos conservadores o progresistas, sino de curas santos o curas indignos.
Y sí, esto es lo que está ocurriendo en un subcontinente donde se ubican la mitad de los católicos del mundo. Y no olviden que el enemigo está dentro. Recojan esas dos premisas y llegarán a la conclusión. Si se salva el clero hispanoamericano se salvará la Iglesia; si se salva la Iglesia se salvará el mundo.
Eulogio López
eulogio@hispanidad.com