El inmenso acelerador de partículas, un anillo de 27 kilómetros, ha dado un paso más en su loable intento de recrear la gran explosión (el Big Bang). Mis felicitaciones.

De inmediato el artilugio ha sido bautizado como "la máquina de Dios", porque, al parecer, en el equipo internacional existen más astrónomos y físicos que filósofos, antropólogos y graduados en SC (sentido común).

La tarea de borrar la huella de Dios del universo es muy compleja, agotadora, imposible, sólo apta para personajes sufridos, socios del Atlético de Madrid y gente así. Quienes se adentran en esta disciplina siempre recalan, más o menos tiempo, en la estación del B-B. Así, el universo se habría creado hace millones de años por mor de una concentración de materia que le dio por festejar el nacimiento del cosmos con una sesión de fuegos de artificio.

La pregunta es: ¿De dónde salió esa materia? Porque claro, explicar el desarrollo de las cosas es relativamente fácil. Todo podemos investigar cómo algo ha llegado a ser lo que es, pero es más difícil explicar cómo ha llegado a ser.

El gran enigma no consiste en explicar cómo se desarrollan las cosas, con ‘Big Bang' o sin él, ni explicar cómo una cosa pequeña se convierte en una grande, sino explicar por qué algo existe. El gran salto intelectual, más grande que el ‘Big Bang', es el que explica el paso de la nada a la existencia no de una cosa pequeña hasta otra grande.

Por eso, ‘la máquina de dios' no es más que eso: una máquina, y Dios no tiene necesidad de ellas para crear.

Y por cierto, la nada y el vacío no son sinónimos.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com