Esta historia de crisis es bella e instructiva y podríamos resumirla así: si quiere usted conocer las cuentas de su vecino no contrate a un directivo: hable con el boticario.
Un amigo farmacéutico, de los madriles, me envía el documento del Servicio madrileño de Salud donde se dan instrucciones para aplicar la reforma de la ministra Ana Mato, por la que más de 400 fármacos no imprescindibles dejarán de estar subvencionados por la Seguridad Social según la mayor o menor renta del sujeto agente.
Entre las instrucciones para boticarios, la Consejería de Salud les informa que se han cruzado los datos de la Seguridad Social con los de Hacienda y con los de Sanidad, de tal forma que todos los farmacéuticos podrán saber si el paciente que tienen enfrente es rico, medio rico o pobre y, con ello, a qué rebaja tienen derecho.
La verdad es que el sistema catalán me parece más sencillo. Puede que sea más injusto, pero a veces lo mejor es enemigo de lo bueno: se le cobra un euro por receta a todo el mundo y así se evita la tentación de ver una farmacia abierta y entrar a comprar algo, o la de adquirir pañales para el bebé.
En Cataluña los farmacéuticos se han convertido en recaudadores; en el resto de España pasan por presuntos investigadores de los patrimonios ajenos. Han creado el farmacéutico cotilla. Ana Mato: ¡qué grande sos!
Eulogio López
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