Además, tiene algo mucho mejor: tiene un rostro pétreo. Enorme, singular. Y así, quien acusa con una expresión que provoca miedo a corazones bien templados, de que el Gobierno socialista no hará lo que ustedes harían, reducir derechos sociales, se extiende al día siguiente, sin solución de continuidad, con que no podemos ser un país subsidiados.
Claro que no, pero eso es lo que lleva defendiendo el Gobierno desde hace mucho tiempo. El Gobierno y los sindicatos, razón por la cual hemos vivido la vergüenza de que el 1 de mayo se convirtiera Madrid en una crítica la PP, ante los ojos bonancibles de la cúpula del PSOE y del propio ministro de Trabajo, como si el PSOE no llevara cinco años gobernando en España y como si el aumento del paro en España no superara, en términos absolutos y relativos, a cualquier otro país de los 27 que componen en la Unión Europea, es decir, de nuestro entorno.
Que no, que salvo los jetas, lo que quiere el trabajador no es que le paguen el paro sino conseguir trabajo, sentirse útil. No es que España no pueda ser un país de subsidiaros. Es que no puede, porque el margen de maniobra no se está agotando: se ha agotado ya.
Eulogio López
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