Cuando comenzó el flujo migratorio, no hace más de 10 años, España estaba en decrecimiento, hacia los 38 millones de habitantes mondos y lirondos, con la menor tasa de natalidad del mundo, en pleno declive. Hoy, 8 de cada diez mujeres que dan a luz en España son extranjeras, y los inmigrantes ya suponen el 10% de la población, porcentaje inferior al de otros países pero acumulado en muy pocos años. Dicho de otra forma, la población autóctona ha crecido al 2% en los últimos años mientras los emigrantes lo han hecho a un ritmo superior al 225%. Los marroquíes en cabeza, con 576.000 habitantes, seguidos de los rumanos, ya en los 525.000, mientras los ecuatorianos alcanzan los 461.000, los británicos 314.0000 y los colombianos 259.000.
Cifras que me parecen estupendas, o mejor, que me parecerían, si esté país creyera algo más en sí mismo. Porque el principio primero es que la inmigración aporta mucho, además de mestizaje y lo realmente peligroso es la baja, bajísima, natalidad española. España es un país en declive que no cree en sí mismo, ni en los valores cristianos que lo forjaron. Un país al que le falta vitalidad –en sentido prístino- y que vive a la defensiva, asustado por el aluvión de inmigrantes e incapaz de obligar a los recién llegados a los únicos que hay que obligarles: a respetar la tierra, las gentes y las costumbres que les acogen. Pero para que el forastero respete tus costumbres, primero debes respetarlas tú, y para que respeten tus creencias primero debes dar ejemplo de coherencia. Y esa es la cuestión. Algunos de esos inmigrantes, por ejemplo lo musulmanes y los rumanos, llegan –no todos, de acuerdo- con espíritu de conquista, pero la culpa no la tienen ellos, sino una sociedad que no cree en si misma. Por eso no tienen hijos.
La plasmación económica de esta falta de fe no en uno mismo, sino en sus principios. Es el "Toma el dinero y corre". En España de hoy nadie quiere asumir riesgos; unos aspiran a ser funcionario –si no es ambicioso- o rentista –si gusta de la buena vida. El emprendedor que triunfa en su proyecto ya está buscando quien le compre la empresa para poder retirarse, aunque roce los 30 años. Si el futuro de España fuera un bono a largo plazo, nadie lo suscribiría.
El acabóse de esta situación de languidez radica en mi Asturias natal. No sólo es la única comunidad de España cuya población decrece, sino que es la única región de la Unión Europea donde las rentas pasivas superan a las activas. Asturias muere por consunción.
Por cierto, en sentido opuesto, las remesas de dinero enviada por los inmigrantes hispanos a Iberoamérica ya superan las inversiones directas –empresariales- en la región, donde España es ¡el segundo inversor tras Estados Unidos! La diferencia es clara: en una sociedad falta vitalidad hasta para hacerse respetar, en la otra sobra. Ahora, vivimos en la España lánguida.
Eulogio López