En teoría son dos cosas distintas pero no. El Consenso de Washington trataba de imponer el capitalismo en todo el planeta, mientras que la actual Declaración de Manhattan lo único que pretende es recordar que el matrimonio no es algo opinable sino necesario para que la raza humana continúe sobre la faz de la tierra, que no es poco, si ustedes me entienden.

Lo del matrimonio formado por un hombre y una mujer y abierto a la vida no es una exigencia de los curas sino de la humanidad  porque es su única forma de subsistir... por razones obvias y más bien primarias.

Por lo demás, el homomonio o gaymonio se sigue vendiendo con un sofisma similar al del aborto. Cuando se trata de infanticidios, se nos dice: A nadie se le obliga a abortar. La respuesta es: Sí, al niño.

Cuando se trata de homomonio se nos dice que los gays no hacen daño a nadie y que se trata de una libre opción que hay que respetar. Sí, si hacen daño, no al hombre sino a todos los hombres, a la humanidad entera, porque, insisto, los gays se desentienden de la continuidad de la raza humana y de la familia, que es la célula de resistencia a la opresión, la protección del débil y la introducción de la amor -solidaridad, si lo quieren en lenguaje civil-. Por tanto, claro que los homosexuales hacen daño, y mucho, a la sociedad.

Manhattan nunca duerme... afortunadamente.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com