El ministro de Economía, Luis de Guindos, nos ha amenazado con un tratamiento de choque: la economía española, lejos de las previsiones mentirosas del Gobierno Zapatero, está en recesión: no crecerá ni en el cuarto trimestre del año ni en el primero de 2012. Está claro, cuando al enfermo le diagnosticas cáncer está dispuesto a seguir cualquier terapia. Y la terapia llegará el viernes, en el Consejo de Ministros, y no será De Guindos quien comience a cortar sino el responsable de Hacienda, su compañero Cristóbal Montoro y la responsable de Trabajo, Fátima Báñez.

Ahora bien, esa terapia tiene dos salidas: reducir gastos o ampliar ingresos. En otras palabras: ajuste o expansión. Esa es la alternativa entre cuyos dos polos deberá elegir el Gobierno Rajoy. Personalmente creo que deberá optar por ambas.

Es decir, deberá inclinarse por castigar a los bancos y al Estado y beneficiar a emprendedores y trabajadores. O lo que es lo mismo: reducir el tamaño del sector público, de las subvenciones públicas y, sí, de las prestaciones públicas; reducir los impuestos al emprendedor y aumentar los salarios bajos. Me temo que Montoro y De Guindos apuesten sólo por lo primero.

Ejemplo: no pasa nada por dejar caer a bancos zombis, como Unnim y el Banco de Valencia y, al mismo tiempo, subir los salarios más bajos, sobre todo el salario mínimo, reducir las cuotas sociales (o cambiarlas por IVA), así como reducir -mucho más del 20% previsto- el impuesto de sociedades de autónomos, profesionales y pymes.

La única solución para frenar el empleo es implantar el despido libre y reducir los contratos a un único formato (el indefinido) a cambio de reducir cuotas sociales y aumenta salarios bajos, sobre todo el salario mínimo, que no puede continuar fijado los 641 euros mensuales. Hay que subirlo hasta los 1.000 euros mensuales.

Entre otras cosas porque si sometemos al Estado a una cura de adelgazamiento sin aumentar el consumo y la producción privados, podemos encontrarnos con la paradoja de tantos países donde la economía nacional marcha bien y las economías particulares marchan mal, una aparente contradicción que se ha hecho realidad en demasiados casos.

Es cierto que el margen es el que es, dado el páramo económico en el que el Gobierno Zapatero ha dejado al país pero tampoco se puede forzar una política económica que beneficie al Estado y a los grandes patrimonios y que todo el coste del ajuste recaiga sobre empresarios, que no banqueros y trabajadores. En especial, hay que romper con el presunto axioma de que hay que salvar a la banca, a todos los bancos, para que fluya el crédito. El empresario no vive del crédito sino de las ventas y para que éstas aumenten tiene que haber alguien que compre.
 
Eulogio López
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