Están ante una correcta muestra del género de cine negro dirigida por Mariano Barroso (Los lobos de Washington o Kasbah). El protagonista de esta historia es Martín, un perdedor nato, que llega a la ciudad de La Habana en plena convulsión política, en el año 1958. Martín ha pasado ocho años en prisión, en España, y busca desesperadamente a su compañera sentimental, que huyo con el botín de un robo. Pero La Habana no es el lugar idóneo para una búsqueda de esas características. La preocupante situación de la isla caribeña ha dado lugar a que convivan, con total impunidad, todo tipo de delincuentes y malhechores. Pronto Martín se verá inmerso en un peligroso triángulo amoroso.
Con una buena puesta en escena, estupenda fotografía (Javier Aguirresarobe) y un buen montaje, Hormigas en la boca resulta una producción digna pero carente de emoción. Si a esto se une, un ritmo cadencioso podemos concluir que hablamos de una película interesante pero, en ningún caso, genial.
Eso sí, detrás de este proyecto está lo más granado de nuestra cinematografía: Eduardo Campoy, Gerardo Herrero y José Manuel Lorenzo. Por si esto no fuera suficiente, la anécdota de la película es que está basada en la novela Amanecer con hormigas en la boca de Miguel Barroso, actual secretario de estado de Comunicación, y hermano del director de esta película, Mariano Barroso.