Detrás de Aguirre, el simpático entrenador del Atlético de Madrid, he visto a una serie de patrocinadores, supongo que del equipo alemán al que se va a enfrentar el club rojiblanco en la previa de la Liga de Campeones. Entre ellos, los rusos de Gazprom, el gigante del gas (casi un 20% de toda la producción mundial pertenece a esta empresa, heredera del complejo militar-industrial del Kremlin que Vladimir Putin decidió gubernamentalizar). Es decir, que continuaran siendo multinacionales privadas pero, eso sí, gubernamentales, a sus órdenes.
No olvidemos que el progreso es un enchufe, y que la primera opción ecológica del mundo libre fue producir electricidad a costa de quemar gas -ciclo combinado-. Este hecho convirtió al gas en una fuente de energía casi tan importante como el petróleo, y no es extraño que Putin haya querido crear su OPEP del gas.
Ahora bien, la geografía del gas es aún peor que la del crudo en cuanto garantía de libertades. El primer productor mundial es Rusia, el segundo Irán, el tercero Nigeria: ¡un horror!
¿No hemos escarmentado acaso con la OPEP? No sólo por el actual chantaje al mundo libre sino porque los ciudadanos de las 11 dictaduras o semidictaduras del club no reciben los beneficios de la extorsión a Occidente.
Por eso, al ver a Gazprom como patrocinador de equipos de fútbol dan ganas de echarse a temblar.
Y cuando vemos de lo que es capaz Putin en Georgia, a fin de cuentas un mero territorio de paso de gasoductos y oleoductos, el terror aumenta. 70 años de amoralidad comunista no se borran en un par de décadas.
Occidente no sólo debe optar por la energía nuclear para mantener su soberanía, sino que debe hacerlo deprisa. Al menos, el principal productor mundial de uranio es Canadá. Porque lo que está en juego es algo más importante que la economía o la ecología, lo que está en juego es la libertad.
Eulogio Lopez