Todo el mundo sabe de mi debilidad por mi paisano, Gaspar llamazares. Convendrán conmigo en que es único, irrepetible.

Por lo general acierta de lleno en el diagnóstico, pero flaquea más en la terapia. Verbigracia: acaba de explicarnos que el Gobierno Zapatero no hace nada frente a la crisis económica, tirando a pavorosa, que estamos sufriendo y que vamos a sufrir. Totalmente de acuerdo. Es sabido que Pedro Solbes es un hombre que sabe enterrar el dinero que le confían, pero no hacerlo fructificar. Buen muchacho para las vacas gordas, funcionario de pro, pero absolutamente incapaz de tener una idea propia cuando pintan bastos.

Pero ahí está Gaspar. En primer lugar, propone, nada de suprimir el impuesto sobre el patrimonio. Los que tienen patrimonio reciben el nombre de ricos, y el Manual del Buen Marxista dice que a los ricos hay que fastidiarles todo lo que se pueda, haciendo realidad el viejo dicho de que el socialismo no es otra cosa que la sistematización ideológica de la envidia personal.

Ni por un momento ha pensado Gaspi que pagar por patrimonio lo que ya se pagó como renta resulta un poco injusto. O quizás lo ha pensado hasta demasiado.

Más. Propone mi héroe un impuesto especial contra los sueldos de los altos ejecutivos y contra los beneficios bancarios. Y yo le apoyaría incondicionalmente, porque que el señor Galán cobre 16 millones de euros es un atentado contra la ética y contra el sentido común y contra las matemáticas. Ahora bien. Un impuesto no serviría de muchos, si se permite que sean los máximos ejecutivos quienes decidan el salario de los grandes ejecutivos: basta con que sumen el extra impositivo del director. Mejor sería que los salarios de tales ejecutivos los decidieran los accionistas, que para eso son propietarios. Pero a Gaspi, le entiendo, el concepto de propiedad le molesta, no por privada o por pública, sino por ajena.

Lo de los bancos también viste mucho a un rojeras. Ahora bien, Gaspi debería distinguir entre las dos actividades financieras. Porque la banca, en principio, realiza una gran labor social: con el multiplicador bancario ofrece dinero al que no lo tiene. La actividad bancaria doméstica, y buena parte de la corporativa, es una cosa estupenda, que contribuye a la riqueza del pueblo. Otra cosa es la especulación, la que se dedican los bancos de inversión y las divisiones de inversión de la banca doméstica. Pero eso, más que actividad bancaria, queridísimo Llama, es actividad financiera. ¿Qué es especulación financiera? Pues todo el mercado secundario bursátil y, si lo quieren más claro, toda aquella actividad financiera cuya supresión no afectaría a la economía real.

Por tanto, el impuesto especial no debe aplicarse sobre las ganancias de los bancos sino sobre las ganancias de los especuladores. El enemigo del pueblo, loado Gaspi, no está en la banca, sino en la bolsa.

Pero sigues siendo mi héroe. Por lo menos propone algo, mientras nuestro vicepresidente económico, el faro que nos guía duerme la siesta -eso dicen- en su despacho del Ministerio. Que descanse.

Eulogio López

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