El espejismo económico se ha dejado ver en todo su esplendor en la semana que concluye, la central del mes de julio. En ella, los mercados financieros han recuperado cotas olvidadas y los bancos de inversión norteamericanos, principales causantes de la crisis, han presentado resultados espléndidos, gracias a las ayudas públicas recibidas. El diario español El País habla de optimismo moderado y todo el mundo está empeñado en decir que, por fin, vemos la luz al final del túnel. Todo porque la bolsa sube.
Pero ha sido la misma semana en la que se han conocido las disparadas cifras de mora comercial y bancaria mucho más peligrosa la primera que la segunda- las pavorosos datos de cierres de pymes en toda Europa y las cifras de paro creciente en todo el área OCDE, mientras Manos Unidas advierte que aumentas las muertes por miseria extrema en el Tercer Mundo y Cáritas recuerda que renace el hambre, olvidado desde hace una década, en los cinturones de las grandes ciudades de Occidente.
Ocurrió en la mañana del sábado, en el madrileño Paseo de Extremadura, convertido en una verdadera colonia de mendigos: una pensionista que venía de la compra abre su bolsa y ofrece un plátano a un adulto, cuya ropa aún revela que su acceso a la indigencia es reciente. Y lo más sorprendente es que el adulto lo acepta y agradece. Las órdenes religiosas convierten en estadística esta situación: los comedores de caridad, hace 24 meses vacíos, no dan abasto y lo mismo ocurre con los bancos de alimentos, mientras resucita la olvidada profesión de trapero.
Es el gran espejismo del siglo XXI y la gran incoherencia económica de la plutocracia en la que vivimos: políticos y medios informativos se empeñan en que la crisis empieza a ser superada, cuando lo cierto es que la crisis se está sobrellevando gracias a que todos vivimos peor, las clases medias convertidas en bajas y las clases bajas convertidos en mendigos (exclusión social, que le dicen), Pero como los índices bursátiles suben de nuevo, es decir, como los rentistas recuperan su dinero, aunque los demás no consigamos recuperar el dinero que nos hicieron perder salimos de la crisis.
Vivimos el gran espejismo económico. Es como si el esclavo negro que sobrevive en un estado límite se sintiera feliz al escuchar a su amo y señor que la plantación de algodón ha vuelto -¡por fin!- a los números negros y reporta al amo, no al esclavo- espléndidos beneficios: ¡Qué felicidad!
Está clarísimo: lo que es bueno para Wall Street es bueno para la humanidad. O, al menos, Para una pequeñísima parte de ella: los rentistas.
Eulogio López
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