¿Además de lamentar y de pagar el subisidio, qué hace el Ejecutivo?
Desde el Gobierno se advirtió este jueves que el dato de la EPA de este viernes sería muy duro y muy difícil. ¡Bingo! El paro se sitúa en el 11,3%, su nivel más alto desde el primer trimestre de 2004. Y es que 217.200 personas perdieron su empleo en sólo tres meses, 72.400 al mes, 2.413 al día, 100 a la hora, casi dos por minuto.
Aceleramos el paso porque el incremento de la cifra de parados es del 9,1% en un solo trimestre. La cifra total se sitúa en las 2.598.800 personas, la más alta desde 1998. Y en el primer trimestre se inició la senda de la destrucción de empleo en términos intertrimestrales por primera vez en 14 años. Eso para que Zeta presuma de que cualquiera de los peores datos será mejor que el mejor de los datos de las legislaturas Aznar.
Se desacelera la construcción que expulsa personal a marchas forzadas. Pero la industria no asume el relevo. De hecho se encuentra en recesión. Si hace unos años estábamos en la Champions League de la creación de empleo, ahora lo estamos en la de la destrucción de empleo. Tenemos la mayor tasa de desempleo de la UE, lo destruimos con mucha más celeridad y tenemos también el honor de tener el record en precariedad, temporalidad (y subiendo) y paro juvenil.
El Gobierno se lamenta, pero parece paralizado. Más allá de asegurar el subsidio a todos los nuevos parados, los planes de recolocación parecen más un chiste que una planificación seria. La parálisis gubernamental no frena sino que agranda el drama económico. Cada parado nuevo es un cotizante menos y un subsidiado más. Menos actividad, menor recaudación, más déficit. Con todo, lo peor es el drama social de los inmigrantes que se quedan sin empleo y por tanto sin remesas. Y el de esos españoles que se encuentran con la brocha en la mano en una sociedad que ha desestructurado una familia que podría haber ejercido una importantísima función de colchón social. No. No son buenos tiempos para la lírica.