Vaya por delante que el Estudio General de Medios (EGM) me parece una castaña como medidor de audiencias, tanto radiofónicas como de prensa escrita. Pero como es el único que tiene historia que no prestigio- y poder, pues hay que aguantarse; al menos en radio, en prensa contamos con OJD. Es decir, que todo este artículo recuerda el viejo aforismo : El 90% de las estadísticas son mentira. Ésta, también.

Luego esta el lío COPE. Es lógico que la cadena se cabreara con un EGM que parece concluir siempre en favor de Polanco. Y no es lógico que aunque una mayoría de anunciantes y medios decidieran expulsar a la COPE, si un juez dictamina que el EGM debe dar las cifras de esa cadena, pues debe darlas y en paz.

Pero dejando a un lado estas quisicosas, lo que llama la atención es que en radio vence la agresividad grosera. No irónica, sino ordinaria. No vence la ironía, sino el sarcasmo, pierde la sinceridad y gana la hipocresía.

Sólo así se entine que un hombre de palabra suave y contenido hipócrita, un manipulador de guante blanco, un injuriador en voz baja, como Iñaki Gabilondo, llevara a la SER a la cima y desde que se ha ido él se hay hundido -aunque todavía le queda grasa que perder-. No es lógico que los graznidos de Federico Jiménez Losantos sean un marchamo de triunfo, como si los oyentes de la radio española un pueblo en política y en sociedad absolutamente borreguil, con unas tragaderas inconmensurables- se conviertan en epilépticos deseosos de roerse el hígado como el más enloquecido hooligan. Y tampoco es lógico que la información pura y sin publicidad (la publicidad en radio es horrorosa) de Radio Nacional, verdadero boletín gubernamental desde que se puso al frente a D. Pedro Piqueras- que ahora ofrece sus servicios en Tele 5, desde que el PSOE llegó al Gobierno, languidezca a pesar de todos sus medios, que son muchos. El periodismo objetivita de Radio Nacional y de personajes como Julián Salgado le convierten en el más subjetivo, parcial y pro-gubernamental periodismo radiofónico español, pero eso, dado lo que la gente dice y vota, no debería ser un desdoro a la hora de ser medido por el EGM.

Vamos con la prensa, que, no nos engañemos, es mucho más importante. La sociedad de la información, en todo el mundo, ha creado una brecha que parece insalvable, entre dos tipos de colectivos: la sociedad que ve y la sociedad que lee. Dos tipos de públicos, dos tipos de periodismo y dos tipos de medios y dos tipos de publicidad o patrocinio. En los primeros se inscribe la TV, la radio y buena parte de las revistas a color. En la segunda, la sociedad que lee, figura la prensa escrita -de pago o gratuita- e Internet.

Pues bien, la primera noticia era esperada: el gratuito 20 Minutos (el único de los gratuitos que parece informar- se ha convertido en el líder de la prensa española generalista-, según EGM, con 2,4 millones de lectores. Sólo le supera el deportivo Marca, y 20 Minutos supera y se distancia de El País (2 millones de lectores), que anda a la baja.

Y detrás de 20 Minutos están Metro, Qué! y ADN por el momento. El País prepara la salida de otro gratuito. Esta prensa, que parece dispuesta a deforestar el planeta. Y que lo que más teme es un impuesto ecológico, es un negocio redondo (Qué! ya está en beneficio, con un año de vida), pero no influye nada. Es prensa amarilla y tonti-progre, pero está colocando contra las cuerdas a la prensa tradicional, que sufre un doble acoso : el acoso económico de los gratuitos y el de la prensa independiente de Internet, que día a día le va quitando influencia, algo tan importante para un medio como el negocio. De hecho, la prensa independiente de la WWW cada día tiene mayor influencia en los círculos de poder y en la formación de opinión, al tiempo que la prensa tradicional sólo mantiene sus ventas en aquellas pequeñas capitales o pueblos donde no hay gratuitos. En las grandes ciudades, sus ventas se derrumban. Y si del análisis espacial pasamos al temporal lo mismo : los diarios de pago venden en fin de semana justo cuando no hay gratuitos.

Dos son los motivos que dan razón de todo este fenómeno y que caracterizan a los medios en la actualidad: saturación e instantaneidad.

¿Para qué gastar un euro comprando El País cuando los telediarios, la radio, Internet y los gratuitos me dan la información que necesito para funcionar en el mundo? Y si tengo información gratuita sobre cualquier tema, especialmente en la red, información aún más completa que la de los diarios y una opinión que apunta mis convicciones aún más perfiladas que las de los diarios, ¿para qué gastarme un euro comprando El Mundo?

Y con la saturación la instantaneidad. ¿Para que gastar un euro al comprar ABC cuando a las tres horas se ha quedado atrasado y la actualidad informativa circula por otros derroteros? A ello habría que añadir, ¿para qué comprar prensa de pago si toda ella esto también afecta a los gratuitos- pertenece a multimedia, a grandes editores que están atados y amordazados por un sinfín de intereses económicos y sociales? Los medios son cada día, más políticamente correctos.

Así que eso dos fenómenos, saturación e instantaneidad, han hecho que los diarios sean víctimas del mismo proceso en el que fueron verdugos allá por los años ochenta y noventa del pasado siglo. Los diarios de información terminaron con los semanarios puede decirse que en España ya no existen semanarios- a costa de la elefantiasis de papel: ofrecían la información de actualidad y, al tiempo, ofrecían los análisis propios de los semanarios.

Pues bien, ahora son ellos los que están sufriendo el embate combinado de gratuitos e Internet. Cada vez se convierten en más semanarios, más análisis, más explicación, para poder distanciarse de los gratuitos, en un intento agónico por sobrevivir. Lo tienen difícil. Necesitarán el apoyo del Estado, por ejemplo con la preciada medida de empezar a gravar a los gratuitos con impuestos ecológicos, o con restricciones comerciales lo primero es más eficaz que lo segundo- y necesitarían de todos sus esfuerzos conjuntos, en prensa radio y TV para llevar adelante la campaña que ya realizan en estos momentos: desprestigiar a la prensa independiente de Internet. Según se comporta la mayoría de los multimedia, fusilando con descaro informaciones parecidas antes en la Red cualquiera diría que el periodismo internetero no existe. De hecho, los que no se han internetizado están convencidos de que el tal periodismo no existe, a pesar de ser ese denostado periodismo el único que hoy está diciendo algo diferente al lobby de los grandes editores, sean de izquierda o de derecha.

Eulogio López