Todos los estudios apuntan a la quiebra del Estado de bienestar. Rato fechaba recientemente los números rojos de la Seguridad Social en el 2020. Se debate la fecha, pero no la invialidad, por mucho que la SS haya cerrado con superávit el 2009. ¿La causa? La explicaba claramente hace unos días el secretario de Estado de Seguridad Social, Octavio Granado: somos el segundo país por esperanza de vida y el último de natalidad, detrás del Estado Vaticano.
La clave para viabilizar el sistema no se encuentra principalmente en retrasar la jubilación -aunque también- sino en impulsar políticas de natalidad que garanticen al menos el reemplazo generacional situado en 2,1 hijos/mujer. Actualmente estamos en el 1,4 y ningún país europeo alcanza ese 2,1 de reemplazo. Europa está muerta por una crisis de valores y de confianza, señalaba agudamente este jueves Marcelino Oreja.
Aquí está la madre del cordero. Todo lo demás son guiños a Davos como denuncian desde el PP. ¿Retrasar la edad de jubilación? Bien. Al fin y al cabo, los 65 años se establecieron cuando la esperanza de vida estaba en los 66. Gracias a Dios -que diría Díaz Ferrán- ahora vivimos más. Luego lo lógico es que si uno está sano trabaje más. Pero eso no es suficiente. Para que el sistema sea viable hacen falta inputs. Y de ese invierno demográfico no parece preocuparse nadie. El Instituto de Política Familiar publica este viernes un informe en el que arroja algunos datos esclarecedores. Por ejemplo, en los últimos 14 años hemos perdido 2.902.257 menores de 14 años, un recorte del 30%. Pero es que además, los mayores de 65 años (16,67% de la población) son ya más que los menores de 14 (14,5%). Un invierno demográfico que supone un verdadero suicidio para nuestra historia colectiva. ¿Cuándo hablarán de esto nuestros políticos cortoplacistas?
Las dieciséis mártires carmelitas de Compiègne, guillotinadas en la Revolución Francesa
15/12/24 07:00