El directivo de Iberia no está de acuerdo con mi tesis. Según él, el acuerdo entre Iberia (IB) y British Airways (BA) es el mejor de los posibles para la compañía española, por cuanto es un acuerdo entre iguales y que, en cualquier caso, en la globalización no caben los agentes pequeños.
Vamos a ver si nos entendemos: si globalizar consiste en que no hay sitio para agentes pequeños o medianos lo mejor es que volvamos al provincianismo a los mercados cerrados a cal y canto.
Pero es que, además, es falso. La muestra la tenemos en Internet. La red ha conseguido, en el ámbito informativo, y en breve en el mercantil, que operadores pequeños le hagan la competencia a los grandes, que no hacen otra cosa que fracasar en la WWW, precisamente porque el grande nunca sabe actuar cuando se le coloca en igualdad de oportunidades frente a los competidores. En la red, los pequeños no sólo compiten con los grandes, sino que les ganan en influencia. Es más, con la Red, el rey de la globalización puede ser el autónomo, el pequeño emprendedor no obsesionado por crecer.
Iberia y BA se alían. Ahora bien, la compañía española es mucho más eficiente que la británica. Sin embargo, la británica se llevará el gato al agua. Ya lo hemos visto en la fusión en el tiempo entre la francesa Air France y la holandesa KLM: al final ha sido la grande quien se ha llevado el gato al agua.
En el caso de Iberia, aún peor, por cuanto la compañía española es mucho más solvente, rentable y eficiente que la británica. Sin embargo, los ingleses acabarán imponiéndose. Este es el primer problema de la globalización: que no gana el mejor, sino el más grande.
Y no olvidemos que la alternativa económica de hoy -y de siempre- no radica en la lucha de una nación contra otra, ni tan poco en la pugna, propia del siglo XX, entre lo público y lo privado: la verdadera batalla, de la que depende la justicia social es la que se da entre lo grande y lo pequeño, por la sencilla razón de que los grandes siempre tienden al oligopolio (mucho peor que el monopolio, de la misma forma que la aristocracia es peor que la monarquía), siempre termina por asfixiar la igualdad de oportunidades ante la ley...y ante el mercado.
No, una empresa pequeña (e Iberia no es pequeña) bien gestionada, puede ofrecer mejor servicio al público que una grande. Al final, el oligopolio siempre acaba en duopolio, y los duopolistas siempre se ponen de acuerdo para ganar más ellos dos a costa de que el resto del mundo –ciudadanos, clientes y trabajadores- gane menos.
Eulogio López