No hay peor ciego que el que no quiere ver. Rosa Díez, diputada de un partido, UPyD, de un único diputado -a pesar de ello todo un triunfo, dadas las barreras de entrada que impone un sistema político controlado por los de siempre-, se convirtió en la estrella del Debate de Investidura. Debate agrio con Rodríguez Zapatero, el político español que mejor ha modelado su imagen: todos le tienen por un Bambi y lo cierto es que es un tigre rencoroso, que no perdona, me temo que no lo hará, el abandono del redil por parte de la diputada vasca.

Ahora bien, lo que más me sorprende es que la susodicha se ha convertido en una heroína, también para muchos católicos, lo cual resulta sencillamente increíble.

La explicación está en el voto ‘anti'. Muchos votantes del Partido Popular, y todos los de Unión Progreso y Democracia, no han votado por sus programas ni por unos líderes, sino que han votado anti-Zapatero, contra el Gobierno. Uno comprende que la emoción por expulsar de Moncloa a este desastre con patas que vive arrendado en palacio desde 2004, mucho más nocivo para los españoles que el PSOE que lidera, resulta tentador, pero el voto ‘anti', el voto en negativo es como la existencia en negativo: gris, aburrida, enervantes, horrible.

El voto ‘anti' produce el mismo efecto que unos anteojos poco traslúcidos que impiden contemplar la realidad. Dos detalles. Los periódicos de papel han otorgado a Rosa Díez un protagonismo inusitado. Nos han recordado su defensa de la igualdad de todos los españoles ante los nacionalismos excluyentes, especialmente ante el nacionalismo vasco, y ha reprochado a ZP la vergonzosa política pactista con los proetarras y con la misma ETA. Es decir, todos han destacado la parte buena, sublime, del discurso de doña Rosa. Ahora bien, por pura casualidad, se han olvidado de otro de sus reproches a ZP: según Díez, en el discurso del candidato no se ha percibido la necesaria "laicidad" del Estado.

Y tiene toda la razón, vaya que sí. Laicidad no ha podido ver ni oír, lo que ha visto y oído es un laicismo agresivo, tan agresivo como el de su mentor ideológico, don Fernando Savater, que ya dejó claro desde el principio, en el transcurso del acto de presentación de UPyD, que la nota distintiva de su partido era el laicismo. En efecto,  a ZP la laicidad se le queda muy corta. Lo suyo es el laicismo, es decir, lo que podríamos calificar como "persecución religiosa educada". Es como empiezan siempre las persecuciones a los cristianos: primero de forma educada; luego, cuando el tal cristiano se niega a un acto tan cívico como depositar unos granos de incienso en honor del Emperador, del dios-Estado, el laicista se ve en la penosa obligación de tener que echarle a los leones.

¿Exageraciones? Recientemente monseñor Antonio Cañizares echó mano de su gran corazón y llamó a Savater: quería explicarle en persona por qué la Iglesia, la obsesión del autor de la evanescente Ética para Amador -tan exigida a nuestros escolares en algunos colegios religiosos- o cualquier cristiano consecuente hace lo que hacen y dicen lo que dicen. La reunión fue aprovechada por Savater para burlarse -no en directo, sino a posteriori, entre la mariachi progre- de quien le había tendido la mano. No hay que extrañarse, claro, Savater y su compañera de partido, Rosa Díez, son dos almas laicas, partidarias de la "laicidad", y para ellos, qué quieren que les diga, ZP semeja un señor muy clerical, mansurrón, casi beato. Pero, miren ustedes por dónde, los medios han ocultado estas palabras de doña Rosa en la Tribuna de oradores: a los medios progres pro-PSOE porque no les interesaba plasmar a ZP acusado por ese flanco; a los progres pro-PP porque son voto-anti, y lo único que les interesa es mitificar la valentía -sin duda la tiene- de Rosa Díez para vapulear a su ‘anti', a ZP.

Recientemente un católico, miembro de uno de los más famosos movimientos eclesiales actuales, me decía que él había votado a Familia y Vida en el Senado y a Rosa Díez en el Congreso. Se me agolparon en las mientes un montón de respuesta y algún terno pero, como he sido educado en colegio de pago -en los hermanos maristas del muy ilustre colegio Auseva, de la muy ilustra ciudad de Oviedo, decidí cerrar el pico. Es lo que tiene haber recibido una educación buena, en lugar de una buena educación.

Eulogio López

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