Las maquinarias de los partidos políticos son inexorables y también mediocres. Si el político no se ajusta al manual establecido por la mercadotecnia del partido, queda inmediatamente arrasado por la apisonadora. Los "fontaneros" elaboran un detallado argumentario con lo que hay que decir en cada momento. La política se ha convertido en una comunicación de laboratorio. Y el que se mueve, no sale en la foto.

En política internacional los "fontaneros" habían determinado que el discurso era que España había quedado en la cuneta de la Historia. El hombre del PSOE en política internacional, Manuel Marín, se negó a emitir ese discurso. Por dignidad. Porque la posición española ante el conflicto iraquí es criticable. Pero de ahí a afirmar que nos hemos quedado en la cuneta, hay un abismo. Un político puede desdecirse a las 24 horas sin que su dignidad quede dañada. Pero un profesional no. Marín no puede decir barbaridades electorales y después sentarse en una mesa decente.

No hay problema. Siempre hay alguien dispuesto a hacer el trabajo sucio. Ahí está Miguel Ángel Moratinos zampándose su merienda. El partido escribe en su argumentario una sandez y ahí está el pelota de turno dispuesto medrar a la sobra partitocrática tirando por la borda su prestigio diplomático. La primogenitura por un plato de lentejas.