Pizarro, FG y Alierta plantaron al Rey y a Zapatero en la reunión de la Fundación Carolina. Amancio Ortega se niega a participar en la Operación Sacyr-BBVA. Pedro J. Ramírez lanza la campaña contra el nuevo Banco Popular de Ángel Ron.
La Fundación Carolina es un impuesto revolucionario que las mayores empresas españolas pagan al Gobierno Zapatero para vender su preocupación por Hispanoamérica. Nada que objetar, a pesar de la utilización política, pues, a fin de cuentas, el dinero va a parar a becas de estudio y otras ayudas a hispanos. Lo inventó el Ejecutivo Aznar y ahora Zapatero pretende amplificar el invento, más que por la tarea social es porque la Fundación Carolina es un buen marco para tender lazos hacia el mundo empresarial, que, por el momento, sólo observa el caos en el que se mueve la Administración socialista, con una política económica errática, producto de enfrentamientos entre Solbes, Sebastián, Montilla, Caldera, Trujillo, Álvarez, etc. Todos los ministros del área económica quieren ser vicepresidentes económicos.
Quizás por ello, la reunión de la Junta Directiva de Carolina revestía el pasado jueves 3 un carácter especial. Primero, recepción en la Zarzuela con SM el Rey Juan Carlos. Después, comida en Moncloa. El Gobierno no reparó en gastos: encabezaba el acto el presidente, convenientemente acompañado por la vicepresidenta primera, Teresa Fernández de la Vega, y por el segundo, Pedro Solbes. Habían sido invitados todos los patronos de la Fundación Carolina, claro, pero el listado se amplió a todo empresario que cuenta algo en el país. Es la gran fiesta de la economía.
Pues bien, lo más comentado no fueron las presencias, sino las ausencias. Fallaron los tres padrinos principales: César Alierta, presidente de Telefónica, Manuel Pizarro, presidente de Endesa, y Francisco González, presidente de BBVA. La ausencia de este último resulta especialmente llamativa, cuando hace apenas mes y medio, durante la Cena de Navidad de los cronistas parlamentarios, hizo lo imposible, con muy poco éxito, por sentarse junto a Zapatero, y sólo tuvo la oportunidad de dialogar brevemente durante el aperitivo.
El responsable de Endesa tampoco tiene muchos motivos para sentirse contento con el nuevo Gobierno. A pesar de haber renunciado a la Presidencia de Ibercaja, la megafusión que pretende el Ejecutivo entre Repsol, Gas Natural, Endesa y Agbar parece diseñada para neutralizar a un empresario que, además, ha sido una de las claves de la política económica del Gobierno Aznar.
El caso Sacyr-BBVA ha envenenado aún más las relaciones entre el mundo empresarial y el Gobierno, o al menos entre parte de él. Ahora mismo, todo el entorno de Moncloa trata de desligarse de cualquier batalla empresarial, aunque con poco éxito. Por ejemplo, en el caso Sacyr-BBVA, la situación es compleja. A Inditex, presidida por Amancio Ortega, le han pedido ayuda las dos partes enfrentadas: Juan Abelló y Luis del Rivero, por Sacyr, y el propio Francisco González, por el BBVA. Ambos querían que el hombre más rico de España, el propietario de Inditex, Amancio Ortega, les apoyara como socio. Asaltantes y asaltados anhelaban un caballero blanco como Zara, que últimamente ha diversificado inversiones y nunca crea problemas, porque está pendiente del diseño y la venta de ropa... y de poco más.
Lo que niegan en Zara es que el Gobierno Zapatero les haya pedido que intervengan en la operación. La confusión ha venido por la especial relación que se ha establecido entre el propio Ortega y el presidente del Gobierno, una relación que se inserta en la campaña de Zapatero para formar su propia corte empresarial.
En su día, el presidente del Gobierno visitó las instalaciones centrales de Inditex en La Coruña. El secretario de Estado, Miguel Sebastián, se puso en contacto con Amancio Ortega para trasmitirle el deseo de Zapatero de corresponder a la invitación. Se trataba de que Ortega visitara La Moncloa.
En cualquier caso, la respuesta de Inditex a las pretensiones de BBVA y Sacyr fue la misma: la empresa gallega no está interesada en entrar en el capital de BBVA.
Volviendo a la reunión prevista entre Ortega y Zapatero, no es ningún secreto que el presidente del Gobierno pretende crear su propia red de relaciones empresariales, casi inexistentes hasta su llegada a La Moncloa. Uno de los empresarios más próximos a Zapatero, y a quien el presidente del Gobierno escucha con atención, es a Antonio Catalán, de AC Hoteles. Pero Catalán no representa al mundo empresarial, no juega en División de Honor.
Además, no se puede pretender permanecer al margen cuando la titular de Fomento, Magdalena Álvarez, intenta sembrar dudas sobre la legitimidad de Pablo Isla al frente de la tabaquera Altadis.
En esta misma línea, hay que enmarcar el ataque desencadenado por El Mundo contra el Banco Popular. Repitiendo una información ya proporcionada por Hispanidad.com (en su edición del 31 de enero de 2005): el Popular dedica a obra social cerca de 22 millones de euros. Sin embargo, El Mundo le da un pequeño giro al asunto y titula: El Banco Popular destina el 3% de su beneficio a una fundación ligada la Opus Dei. Se olvida el periódico del pequeño detalle de que ese dinero es el mismo que otros bancos dedican a pagar a sus consejeros de Administración, restándolo del dividendo de los accionistas, y eso aunque dichos consejeros no tengan ni una acción, y cobran sólo por el simple hecho de sentarse en una mesa once veces al año.
Y es que Pedro J. Ramírez libra una batalla con el Gobierno para que le de un canal de televisión, pero, al mismo tiempo, está dispuesto a ofrecer a Zapatero sus servicios para crear una clase empresarial afín. Por ejemplo, cargándose al nuevo presidente del Popular, Ángel Ron, o al presidente de Telefónica, César Alierta.