Los 57 millones de euros necesarios para presentarse a las elecciones del Real Madrid han desanimado a todos. Más que una democracia esto es una plutocracia. Es lo que quería Florentino Pérez -¡Oh capitán, mi capitán!-: no ser elegido, sino entronizado, aclamado como el salvador de un barco a la deriva... que él mismo comenzó a desguazar.
Florentino dio un pelotazo urbanístico y salvó la quiebra del Madrid, pero, a partir de ahí toda su gestión fue un desastre para el madridismo: en primer lugar porque terminó con la cantera. De los Zidanes y Pavones sólo quedaron Zidanes, cada vez más exigentes y menos entregados, todos galácticos. Además, la cantera no consiste en no fichar extranjeros sino en llevar al primer equipo a los jugadores salidos de las divisiones inferiores, sean blancos negros o amarillos.
Como vicepresidente vuelve Fernández Tapias, uno de los empresarios favoritos de Gallardón, pero desaparecen otros constructores, como Luis del Rivero. Vuelve, cómo no, el ex presidente de Fenosa, Pedro López Jiménez.
La gilización del Real Madrid, el club con mejor historial del mundo en manos de una persona, tiene, además, otra variante. Se trata de triunfar en el terreno deportivo y de sacar adelante el parque temático de Valdebebas, uno de los bastiones de su proyecto. Pero, si se fuera hacia el fracaso, el plan B de Pérez consiste en convertir al Real Madrid en una sociedad anónima que cotice en Bolsa, al modo de los clubes ingleses, y convertirse él en el principal accionista. Como sociedad deportiva resulta más barato, pero sometida a otros controles.