El cardenal Bernard Low, antiguo arzobispo de Boston no se acostó con niño alguno ni abusó de ningún menor. Aclaro esto porque si uno ha contemplado los medios de comunicación durante la semana vencida ha podido llegar justo a esa conclusión. Todavía el jueves he tenido que aclararle a un joven universitario, bien informado, este pequeño detalle, tras las protestas de grupos organizados en el Vaticano, por el hecho de que Bernard Low oficiaba una de las muchas eucaristías en memoria de Juan Pablo II.
El pontífice fallecido ha puesto orden en muchos desafueros eclesiales desde 1978 a 2005 (recordemos, por ejemplo, los cambios en la cúpula de los jesuitas), pero creo que en ninguno se portó con tal dureza como con los curas pederastas norteamericanos. No le importó que se tratara de unos hechos horribles pero exagerados hasta la náusea por una prensa norteamericana controlada por el movimiento sionista en aquel país, enfadado por la postura de la Iglesia ante le problema palestino. Las aberraciones habían existido y, exagerada o no, Wojtyla exigió al os obispos norteamericanos el máximo rigor. A Low, por ejemplo, se le obliga a dimitir porque la Santa Sede consideraban que su actitud no fue taxativa, y que se conformó con trasladar a alguno de los curas pederastas de una parroquia a otra, de una ciudad a otra, como si evitar el escándalo bastara para evitar que se repitiera la barbarie.
Pero no, la progresía consideraba que ya se había superado la conmoción mundial producida por la muerte de Juan Pablo II y se lanzó a la yugular. La progresía está muy nerviosa con el próximo Papa, más preocupada que el mismísimo colegio cardenalicio. Además, cuando uno quiere atacar a una persona tan querida por millares de personas, o a una institución respetada, no hay que entrar en profundidades. Al contrari debe utilizarse fruslerías.
Por ejemplo, mi peluquero me ha contado que la televisión (jueves 14) informaba de que los curas han dicho que la gente no lleve flores (a la tumba del Papa) sino perras. Parece lógico que se eviten las flores, que no cabrían en la gruta y parece lógico que la Iglesia que vive de limosnas desde hace 21 siglos, tenga el cepillo abierto, junto a la tumba del Papa y en las ermitas rurales. Pero, ¿a qué la noticia es interesante?
La cosa ya empezó antes. Así, el presentador estrella de la TV socialista, Lorenzo Milá, no se resignó a ofrecer su aportación. Tenía órdenes de no atacar a Juan Pablo II, porque Zapatero puede ser insensato, pero no tonto. Así que el funeral fue retransmitido por Ángel Gómez Fuentes, corresponsal en Roma, mientras Milá se tomaba un café en la plataforma de que la TV pública había montado cerca de la Plaza de San Pedro. Pero al final, guisa de despedida, Milá no pudo evitar lanzar una pica por esos tales, y aludió al Papa mediático. En ese momento, su compañera Ana Blanco, que no es precisamente una hija de María, dio un respingo, y el propio Milá se vio obligado a insistir-rectificar, en lo de Papa mediático pero, ya saben, en el buen sentido.
Son fruslerías, pero tremendamente eficaces para desacreditar a cualquiera e ir creando ambiente. Del Papa santo a los cura peseteros sólo hay un paso, y de la glotonería clerical al vedetismo mediático tan sólo dos. Y así, piano piano, incluso podemos acabar en la pederastia como fiel resumen del tercer pontificado más largo de la historia... si ustedes me entienden.
Percibo mucha preocupación de la progresía ante el inminente cónclave. Porque los cristianos de a pie confían en el Espíritu Santo, y claro, así cualquiera. Pero... ¿y los pobres progres? No tienen claro lo del Paráclito, así que no pueden dejar nada la azar... si ustedes me entienden.
Eulogio López