El nuevo embajador de la Argentina en España, Carlos Bettini, no sólo es un lobbista de las empresas españolas en aquel país, sino también un montonero revolucionario, como su amigo Kirchner. Toda su familia despareció durante la dictadura militar, y sus propios camaradas le reprocharon que no se entregara. No hizo la revolución porque coger las armas no deja de conllevar peligro, oiga usted, pero animaba con singular entusiasmo a que otros lo hicieran.

 

Bettini se convirtió, como otros tantos montoneros, en empresario-conseguidor. Estuvo con Menem y presentó a muchos empresarios españoles ante el Gobierno de Menem. Es miembro de la Fundación Global, otro lobby creado por Felipe González, que, por si alguien lo había olvidado, hace muchos negocios con empresarios iberoamericanos, especialmente con el mexicano Carlos Slim. Si alguien quiere entrar en Iberoamérica y ser bien recibido en Gobiernos como los de Buenos Aires, México o Santiago de Chile, no tiene que hacer otra cosa que contratar a Felipe González.

 

Pero hay algo más que ha sido don Carlos Bettini. Ha sido director (en España diríamos consejero) de Aerolínea Argentinas, justo en el momento en el que el nuevo Gobierno Zapatero debe decidir si investiga la, cuando menos, curiosa privatización de Aerolíneas y el dinero público español gastado a mayor gloria del Grupo Marsans. Si el nuevo presidente de la SEPI, Enrique Martínez Robles, quiere información, no tiene más que preguntar al señor embajador.