Sinceramente, no sé por qué me meto con la progresía porque sin ella no podría divertirme. Me inspira y provoca regocijo. Por ejemplo, el diario El Mundo (recuerden, progresía de derechas) ha lanzado una historia de la humanidad en formato cómic, en 7.000 ilustraciones. El número uno, a guisa de presentación, lleva por título: "
Y allí que me fui. Estos eventos culturales no deben pasar inadvertidos. Y allí estaba don Eudald Carbonell, catedrático de Prehistoria de
La primera frase de toda la enciclopedia ya roza la genialidad: "Uno de los fenómenos más sorprendentes de la evolución de la materia es la aparición de la singularidad humana". Observen ustedes este detalle de profunda modestia, de talante comedido, humilde: el ser humano no deja de ser una singularidad en la creación. En este camino de la templanza intelectual, don Eudald se reafirma: "La complejidad que ha adquirido nuestra especie es el resultado de millones de años de evolución en el que hemos integrado las formas biológicas y culturales que nos han precedido". Esto es genial, y demuestra que el problema del huevo y la gallina, a pesar de tantos siglos de integración, aún no ha sido resuelto. Porque claro, ¿cómo integrar formas y culturas antes de la aparición del hombre, que es el creador de la cultura?
Dos párrafos mas allá nos enfrentamos al mismo enigma: "Fue el uso social de la técnica el hecho que permitió la humanización". Uno pensaría que antes de la humanización, es decir, de la racionalidad, no existiría técnica que asumir, pero seguramente es que tengo algún problema con la sucesión temporal (el tiempo, ya saben, siempre ha sido un pelín reaccionario).
Pero nuestro catedrático, políticamente correcto, insiste en convertir tan acrónica interpretación en un soporte ético de primer orden. Escuchémosle con atención: "Debemos comprender bien este proceso, integrando la diversidad humana y socializando el uso de la técnica para asumir nuestro pasado como especie animal y entrar definitivamente en la humanización".
¿No es como maravilloso? En primer lugar, se nos pide que asumamos nuestro pasado animal si queremos alcanzar el nivel de humanidad. La verdad es que, si no hemos alcanzado dicho estado, no sé cómo vamos a asumir nada, pero es igual: ¿Quién sabe si el huevo fue antes que la gallina y la gallina antes que el huevo? Por favor, mantengamos la mente abierta.
Y es que el evolucionismo es una doctrina muy asequible para todos, e incluso para todo. Lo primero que siempre me llamó la atención al leer a los darwinistas (su creador fue mucho más cuidadoso en sus conclusiones) fue esa especie de flash back permanente, siempre a conveniencia de la tesis que se quería demostrar aún a costa de cargarse toda lógica. La segunda es la curiosa paradoja de plantear un lapso dilatadísimo de tiempo (humildad científica) para luego fechar con entusiasta exactitud el nacimiento del hombre, es decir, su parte pensante, que, supongo, es la que da sentido al nombre mismo de Homo Sapiens. Por ejemplo, afirma el delegado de Pedro J. Ramírez para explicarnos de dónde venimos, quién somos, a dónde vamos y, sobre todo, a quién debemos votar en las próximas elecciones: "Es posible que la inteligencia operativa emerja en África hace 2,6 millones de años… El despertar de la conciencia y, por lo tanto del simbolismo, podría producirse hacia los 500.000 años, por especies anteriores a la nuestra, el Homo Sapiens". ¿Comprenden? A los 2,6 millones e incluso con prefacio de otro medio milloncejo de años… o así, que dijo un vasco.
Estos detalles cronológicos ayudan mucho a que el lector despistado se formule una preguntita tonta: ¿Quién hizo surgir la inteligencia? Porque parece claro que ningún qué puede producir un quién, ¿verdad? Y si no, que me expliquen el método. Y es que todo evolucionista debe estar atento a que ningún subversivo deje de pensar en el cómo llegamos hasta el hombre actual y comience a plantearse el molesto por qué. Los porqués deben ser evitados a toda costa. Las leyendas griegas, no aquel Zeus ligón y el Cronos devorador (hijos), iban a la raíz de las cosas mucho más deprisa, de forma más lógica y vehemente, que estos discípulos acríticos de Maese Darwin.
De esta forma, don Eudald nos explica cómo surgió el "Homo Pedrojotus", eludiendo siempre la pregunta de por qué tenía que existir tal personaje. El truco consiste en esquivar cualquier premisa que pueda llevarnos a aceptar la tesis de un creador, ni aún a título de hipótesis. Y es entonces, y aquí culmina la introducción de este monumento a la sabiduría enciclopédica humana, cuando don Eudald, de
¡Toma ya! Y el que quiera aprender que vaya a Salamanca. La conclusión, señores, es irrefutable. Porque, miren ustedes, yo mismo, un "Homo Pedrojotus" como otro cualquiera, he vivido esta experiencia. Y no en varios millones de años, ni tan siquiera en 10.000, sino en unos pocos meses. Servidor, a estas alturas del mes de junio, cuando llega "la calor", sufro un proceso de transformación social que me lleva a huir del asfixiante Madrid y a gastar más de lo que debo en los lugares de veraneo (y eso sí que es una transformación económica de hondo calado). Ahora bien, el evolucionismo todavía no ha debido hacer presa en mi persona porque no me atrevería yo a afirmar que mi metamorfosis transforma las estructuras sociales. Yo soy muy mío y lo vivo como algo estrictamente personal.
La enciclopedia de El Mundo promete. No me puedo perder ni un solo capítulo. En cualquier caso, hay que ver los esfuerzos que tiene que hacer estos probos evolucionistas para explicar al hombre sin mencionar a Dios. Su titánico esfuerzo merece la mejor de las recompensas. Pedro José, estírate, tienes que pagar bien a don Eudald. Se lo merece.
Eulogio López