El alcalde de Nueva York, Michael Bloomberg (en la imagen) es un filántropo. El filántropo posee dos notas distintivas e ineludibles:

1. Ser millonario. Ya me dirán para qué sirve un filántropo impecune.

2. No tener miedo a los desastres individuales sino a los colectivos. Porque, frente a los individuales, el señor Bloomberg está bien cubierto. O, al menos, eso se cree todo millonario. No hay peligro, al menos peligro próximo, de que muera de inanición y está lo suficientemente protegido como para que no le peguen un tiro. Ahora bien, las debacles colectivas sí que les preocupan porque las tragedias colectivas -una guerra nuclear, una epidemia, un tsunami, un incendio, un huracán- son muy democráticas y no hacen acepción de personas. Y los millonarios, especialmente los filántropos, como Bloomberg o Soros, aprecian mucho su pellejo.

Y todo esto viene a cuento de que el alcalde de Nueva York, señor Bloomberg, que accediera al cargo por el partido republicano, al menos la primera vez, aunque luego se diera de baja, ha decidido apoyar a Barack Obama esto es, al adversario, en lugar de hasta su anteayer correligionario Mitt Romney. De esta forma casi ha sentenciado las elecciones.

Pero ahora viene lo bueno: ¿Qué alega el amigo el filántropo y millonario Bloomberg para traicionar a los republicanos y apoyar a Obama en la recta final de campaña? Está clarísimo: la preocupación del presidente por el cambio climático. Y es que a Michael no le preocupa la promoción del aborto o de la utilización masiva de embriones humanos como cobayas de laboratorio, lo que le preocupa es el cambio climático. Y no es que Obama vaya a hacer nada contra el presunto cambio climático, pero habla mucho de ello.

Esto es como el viejo chiste del ministro que, acompañado de su secretario, visita en la misma mañana una escuela infantil y un penal. A la escuela le niega todo lo que pide el director, mientras que al alcaide de la prisión le concede todo lo solicitado con generosidad y exceso. Su ayudante, Ramírez, se asombra ante tan dispar actitud, pero el ministro le aclara:

-No sea ingenuo, Ramírez: ¿acaso cree que usted y yo vamos a volver a la escuela?

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com